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¡Campeones! sin aplausos

Por: Carlos Ernesto Álvarez Ospina

En un país que se enorgullece de sus hazañas deportivas, resulta doloroso reconocer que hemos fallado como sociedad al brindar el apoyo que merecen aquellos que han representado a Colombia con valentía, sacrificio y logros indiscutibles. Nuestros deportistas paralímpicos y la selección femenina de fútbol, héroes y heroínas en sus respectivas disciplinas, han sido relegados al segundo plano, invisibles para la mayoría, mientras los aplausos y los recursos se concentran, injustamente, en otros espacios. La falta de solidaridad con ellos es un síntoma de un problema más profundo: un país que no valora el esfuerzo de todos por igual.

Empecemos por la comparación más dolorosa. En los Juegos Olímpicos de 2024, la delegación colombiana alcanzó la admiración y los titulares por sus esfuerzos, aunque los resultados, en cuanto a medallas, no fueron los esperados. A pesar del poco apoyo institucional y la poca inversión que se destinó al Comité Olímpico Colombiano, los resultados fueron el resultado de esa baja inversión. En contraste, nuestros deportistas paralímpicos, con un presupuesto mucho menor y condiciones muchas veces precarias, lograron poner en alto el nombre de Colombia, ganando más medallas de las que recibieron nuestros atletas olímpicos.

El presupuesto asignado al Comité Paralímpico de Colombia es una fracción ínfima del que recibe el Comité Olímpico Colombiano. Mientras el primero lucha con poco más de 32.571.072.099 al año, el segundo tiene un presupuesto que supera los 119.341.500.000. ¿Cómo es posible que un país que se precia de su progreso y de sus logros permita esta brecha? Los deportistas paralímpicos no solo enfrentan obstáculos físicos o psicológicos, sino que también deben luchar contra la indiferencia de las instituciones y la falta de recursos. Sin embargo, y a pesar de esas barreras, han cosechado más éxitos y medallas para nuestro país. ¿No es este un verdadero ejemplo de resiliencia y superación?

Nuestros deportistas paralímpicos no son solo atletas, son ejemplos vivientes de cómo la adversidad puede convertirse en victoria. Cada medalla que ganan, cada competencia que enfrentan es un recordatorio de su fuerza, compromiso y superación personal. Pero ¿cuánta atención les brindamos? Cuando triunfan, ¿cuántos de nosotros estamos pendientes de sus logros o les damos el reconocimiento que merecen? No se trata solo de los números fríos; se trata de valorar a quienes nos han mostrado, una y otra vez, que el deporte va más allá de los límites físicos.

Lo mismo ocurre con nuestra selección femenina de fútbol, que ha traído más títulos y honores que su contraparte masculina, pero que sigue luchando por tener la atención que merece. En 2023, nos llenaron de orgullo al llegar a la final de la Copa América y al Mundial Femenino, dejando en alto el nombre de Colombia en el panorama internacional. A pesar de sus constantes logros, su visibilidad en los medios y el apoyo del público son significativamente inferiores en comparación con la selección masculina. ¿Cuántos de nosotros hemos estado frente al televisor, acompañándolas en cada paso del camino, como lo hacemos con los hombres?

Es hora de que, como sociedad, seamos solidarios con todos nuestros deportistas, sin excepción. Los aplausos, los recursos y el apoyo deben ser para quienes han demostrado su capacidad de llevar a Colombia a lo más alto, independientemente de las barreras que deban superar.

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