Por: Luis Ernesto Salas Montealegre
La capital del Huila, debe buscar su futuro para ser una ciudad inteligente, sin embargo, como todo viaje hacia lo desconocido, el camino está lleno de desafíos, curvas y sorpresas que requieren de ingenio, creatividad y, sobre todo, de una visión clara.
La ciudad es un organismo vivo, donde las calles son las arterias y la tecnología, el flujo sanguíneo que mantiene todo en movimiento. Para que la ciudad florezca como una verdadera metrópoli inteligente, es necesario fortalecer su sistema nervioso, su infraestructura tecnológica. En un mundo donde el Internet de las Cosas (IoT) y las redes de sensores se vuelven los ojos y oídos de las ciudades, Neiva necesita construir una base sólida, un esqueleto robusto que soporte el peso de la modernidad, esa base requiere un impulso; más conectividad, redes más rápidas y la llegada del 5G como la chispa que enciende una nueva era de posibilidades.
El ritmo de una ciudad se siente en su movilidad, en el vaivén constante de sus habitantes; se necesita una nueva coreografía, una danza armoniosa como el sanjuanero, donde el transporte público, las bicicletas y los vehículos eléctricos se muevan al compás de la eficiencia y la sostenibilidad.
Imaginemos un futuro donde los autobuses eléctricos son los bailarines principales, deslizándose suavemente por carriles diseñados para reducir el caos y la contaminación, donde las bicicletas no son solo un medio de transporte, sino una declaración de amor a la salud y al planeta. Para lograrlo, es necesario construir una infraestructura que respalde esta danza, con estaciones de carga para vehículos eléctricos y espacios seguros para los peatones y ciclistas.
El éxito de una ciudad inteligente depende de la educación de su gente y que todas las voces sean escuchadas y valoradas. Para ello, la tecnología debe ser el puente que conecta a los ciudadanos con sus líderes, facilitando un diálogo abierto y constante. Las plataformas digitales no solo deben informar, sino que invitan a la participación activa y cada ciudadano puede dejar su huella en las decisiones que moldearán el futuro de la ciudad.
La participación ciudadana se puede hacer desde aplicaciones y plataformas tecnológicas que facilitan la participación de los ciudadanos en decisiones municipales, permitiendo votar y opinar sobre proyectos y políticas locales. Desarrollar herramientas que permiten a los ciudadanos reportar problemas urbanos, como huecos o fallos en el alumbrado público, problemas de seguridad; directamente a las autoridades.
Igualmente, una aplicación que ofrezca información sobre puntos de interés, eventos y rutas turísticas, eventos culturales, deportivos y recreativos en la ciudad, fomentando la participación y el turismo local mejorando la experiencia de los visitantes. O una aplicación en la que se pueda pagar impuestos y tramitar cualquier diligencia con la administración municipal.
Pero también debemos recordar la importancia de lo tangible, de los encuentros cara a cara en foros y talleres, donde la tecnología se convierte en una herramienta al servicio de la comunidad, no un sustituto de la interacción humana.
Crear incubadoras y aceleradoras de empresas no es solo una estrategia económica, es un acto de fe en el talento local, en la capacidad de los neivanos de construir un futuro mejor con sus propias manos. La ciudad debe ser un faro que atraiga inversiones, pero también debe ser el campo fértil donde las nuevas generaciones encuentren las herramientas y el apoyo para convertir sus sueños en realidades tangibles.