Por: Andrés Calderón
A la terminación de la segunda guerra mundial le secundó una larga tregua entre naciones que, por supuesto implico sanciones, acuerdos de no repetición y el compromiso de buscar la estabilidad global a través del fortalecimiento de la democracia y las libertades, de la construcción de una agenda global que ha venido evolucionando, adaptándose a las necesidades del hoy y que prioriza nuevos elementos como el calentamiento global, pero teniendo un alto componente de guerras regionales. Todas estas apuestas de cohesión mundial han sido lideradas bajo la estructura organizacional llamada: Organización de las Naciones Unidas (ONU), una organización mundial que nace en el año de 1945 una vez concluida la segunda guerra mundial, que inició con 51 estados miembros y hoy la componen 193.
Aunque suene maravillosa la idea de una organización mundial de naciones, y en efecto su existencia haya logrado mantener una paz relativa, de no escala a nivel mundial de la guerra en sus casi 80 años de existencia, aunque permita un escenario de diálogo constante entre las naciones, haya ayudado en al resolución de conflictos y lleve a cabo una importante agenda global de lucha contra el hambre, las enfermedades, la discriminación y apoyo refugiados en todo el mundo, entre otras loables acciones, la ONU no es tan democrática en su organización y ha sido incapaz de detener la consolidación del potencial bélico en el mundo de hegemonías radicales que se abogan el derecho a veto de las decisiones de la asamblea, y que justifican su accionar invasor directo o indirecto hoy con el capital como principal herramienta.
Ayer, el presidente Petro intervino en el primer día de debate de la 79 Asamblea General de la ONU, y como era de esperarse, su mensaje fue disruptivo, con una postura clara que guarda la coherencia con las intervenciones anteriores haciendo hincapié en la defensa de la vida de múltiples formas, la lucha contra el cambio climático y el cese a la violencia entre naciones, acciones íntimamente relacionadas como repetidamente lo ha explicado el mandatario. Petro que estaba acompañado de nuestra embajadora en esa instancia Leonor Zalabata, de la ministra de ambiente María Susana Muhamad y del canciller Luis Gilberto Murillo, abrió la sesión con un hermoso párrafo de autoría de su hija Antonella que hizo un llamado a la paz total, y prosiguió con la frente en alto un discurso dirigido ya no a los lideres allí sentados en el recinto, sino a sus pueblos.
“En este recinto la capacidad de comunicación de un presidente depende de la cantidad de dólares que tenga en su presupuesto, en la cantidad de aviones que tenga de guerra y en el fondo, de la capacidad que tenga su país de destrucción sobre la humanidad” , Petro sentencia la realidad de una organización cooptada por el poder económico de los países miembros permanentes del consejo de seguridad, China, Estados Unidos, Federación de Rusia, Francia, Reino Unido, pero también Alemania y otros tantos que no tienen esta membresía, pero que son grandes centros del sistema comercial y financiero con grandes ejércitos donde se mueve como pez en el agua el 1% de la población que tiene el 95% de la riqueza del mundo, una realidad de a pie que se narra en la academia, los foros, desde la prensa y hasta los estudios de la misma ONU, pero que pocos osan mencionar en este escenario asambleario donde la hipocresía aflora, así como los discursos sin ninguna vergüenza que hablan de libertad y a su vez justifican el genocidio a manos de Israel en nombre de la misma libertad, tal cual lo hizo en ese mismo espacio el presidente argentino.
Petro habló de pie, no de rodillas como allí se acostumbra, y recalcó que aunque la mayoría de países del mundo, de la mayoría de la población estén en contra del genocidio en Gaza, no son escuchados “no nos escuchan los presidentes de los países que pueden destruir la humanidad”, un discurso que para los opositores del presidente es afable con el terrorismo de Hamás, sin reconocer el contexto histórico, la autonomía de los pueblos y el uso del diálogo como escenario primario la superación del conflicto; les tiembla la voz para hacer una acusación directa al hijo mayor del colonialismo gringo.
A la voz de Petro se sumó desde Suramérica únicamente la de Boric de chile con un poco más de prudencia “Me niego a elegir entre el terrorismo de Hamás o la masacre y conducta genocida del Israel de Netanyahu. No tenemos por qué elegir entre barbaries. Yo elijo la humanidad” y pidió también una reforma de la ONU, de su consejo de seguridad. Peña de Paraguay habló de paz, pero celebró el genocidio perpetuado por Israel con la excusa del derecho a defenderse, siguiendo la misma línea de Milei.
Petro concluye su discurso planteando la disyuntiva entre capital y humanidad, la vida o la codicia que fortalece la dependencia a los combustibles fósiles y alienta las guerras, ya viva voz repitiendo “Ya no es la hora de los gobiernos, sino la hora de los pueblos”.