Por Mauro Saúl Sánchez Zambrano
No son pocas las veces que nos hemos preguntado ¿Por qué razón la humanidad es tan inhumana? Con mucha tristeza se han acumulado centenares de momentos y una interminable lista de sucesos que sorprenden cada día más por su profunda crueldad e inhumanidad.
Con suma parsimonia el mundo presencia el extermino del pueblo palestino a manos del sionismo, hoy dominante en Israel y, que, de forma premeditada, guarda silencio frente al criminal de guerra Benjamín Netanyahu.
Los bombardeos en la zona de refugiados y protegidos de Rafah y la destrucción planificada de la Franja de Gaza para imponer la superioridad étnica sionista, no pueden seguir sucediendo mientras miramos una serie de Netflix convencidos que poco pasa a nuestro alrededor.
Los más de 35.000 asesinados en Gaza, alrededor del 50 % niños indefensos, es el saldo que arroja la inhumanidad y la codicia de quienes toman decisiones y gobiernan el orden político mundial.
En otro frente de guerra abierto, dos países otrora hermanos: Ucrania y Rusia, se enfrentan desde hace más de dos años en un conflicto claramente promovido por la OTAN y con el guiño de Estados Unidos. Los intereses de las grandes compañías armamentistas con fuerte control burocrático en la Unión Europea, Inglaterra y EEUU, aplican una vieja táctica geopolítica de generar conflictos a miles de kilómetros, pero con la garantía de ser los proveedores logísticos de las armas usadas para matar.
Como dice el dicho: “Que se maten, pero allá, bien lejos”. La misma política usada en la segunda guerra mundial, donde los vencedores se quedaron con la reconstrucción de Europa con sus contratistas de bolsillo.
Un conflicto que muestra dos grandes bloques. Por un lado la OTAN, con Estados Unidos como bastión. Por el otro lado los BRICS y sus nuevos miembros, con mas del 60 % de la población mundial y con economías en vías de desarrollo, o ya consolidadas como India y China.
En un mundo cada vez más hiperconectado, desde hace algunos años, el conflicto se ha trasladado a las cadenas de abastecimiento y allí, las disputas por la superioridad pueden desencadenar nuevas crisis económicas que van a impactar mayoritariamente a los países más pobres del planeta.
Bajo esas circunstancias, Colombia se erige como un país de amplias ventajas comparativas y competitivas. Nuestra posición geográfica, con dos océanos y conexión directa con las principales economías del planeta, le permiten a Colombia ingresar como un jugador clave geopolítico con amplio margen de negociación.
La crisis del Canal de Panamá es una oportunidad que, de ser aprovechada, potenciaría un aparato productivo nacional capaz de competir en igualdad de condiciones, con países económicamente similares. Pero sin duda uno de los principales problemas para alcanzar un mejor escenario, es la baja calidad educativa y, proporcional al ello, el poco desarrollo de capacidades productivas con tecnologías eficientes que nos permitan competir en igualdad de condiciones con el mundo.
Enumerados estos dos elementos: la inhumanidad de la guerra y, la identificación de oportunidades estratégicas para Colombia, el camino correcto es la inversión constante, ojalá más alta con los días, en educación.
Necesitamos más y mejor educación. Sin educación acabar el conflicto en el Cauca será imposible. Sin educación acabar la profunda desigualdad en Chocó, Guajira o el Huila, será imposible. Y sin educación, parar las guerras en Gaza y en el oriente de Europa será imposible.
Pero no solo educación técnica y académica. Necesitamos educación en valores. Volver al respeto, a la tolerancia, a ser buenas personas con actitudes proclives al diálogo y al respeto total por el otro, más cuando piensa diferente a mí. Educar a la sociedad es elegir la vida; educar es sanar heridas y creer firmemente en que se puede ser mejores. Educar para crecer, educar para la vida. Yo, reelijo la vida.