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Colombia, un país que no para de sangrar

Por: Andrés Calderón
Economista

Opinión

Los años 90 trajeron consigo cambios en la estructura política, social y económica del país, tiempo en el que empezó a ser parte del mundo globalizado gracias a la saturación por parte de la sociedad del daño sin cesar que hacían los carteles de la droga, de la disposición de buena parte de grupos guerrilleros a la negociación, y una serie de procesos de presión de grupos sociales que exigían una reconfiguración del estado; todo decantó en un nuevo contrato social.

A los noventa le precedieron hechos que claramente están conexos con la realidad actual, la de un país marcado por el conflicto y la división política de forma violenta, hechos como el nacimiento de las dos grandes corrientes partidista del siglo XIX, liberales y conservadores, en medio de guerras civiles en las que transitamos desde colonialismo al republicanismo que lo fue centralista, federalista y después nuevamente centralista para quedar así hasta el día de hoy. El inicio del siglo XX estuvo marcado por el largo periodo conservador, tiempos que vieron nacer al gran líder liberal -Gaitán- quien desafío el estatus quo y las oligarquías avasalladoras que no dejaban espacio a la participación de minorías y luego sumieron al país en la más terrible ola de violencia. 1948, muere Gaitán y el país se sumerge en la más cruenta guerra bipartidista, dando surgimiento a la etapa de la subversión armada.

Al periodo sobreviniente le acompañaron, el gobierno dictatorial de la junta militar auspiciado por liberales y conservadores en un escenario de autogolpe, para después distribuirse el poder por 16 años (el frente nacional). Pero la horrible noche no ceso aquí con la disolución de este frente macabro, y ni si quiera con los procesos de paz del año 90 y la redacción de la nueva constitución que orientó nuestro país hacia la consolidación de un estado social de derecho, no, la bonanza marimbera y el surgimiento del negocio de la coca que terminó financiando tanto paramilitarismo como a guerrillas, corrompió hasta las entrañas todo el estado colombiano, no se salvó la política, la justicia, la iglesia, la empresa privada ni ningún estamento. Colombia se convirtió en este tránsito de los años 80-90 a la vez que un estado globalizado, también en un narco estado donde el principal producto de exportación era la cocaína por encima del café y el petróleo.

Este es entonces un país de víctimas y victimarios, un país que se quedó en las añoranzas de júbilo inmortal que reza el Himno Nacional. Hoy que estamos próximos a conmemorar el Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado, y que curiosamente casi coincide con la conmemoración que se hace cada año en el municipio de Rivera a la memoria de los concejales asesinados en el marco de uno de los conflictos ( con las FARC), creo se hace justo hacer un llamado a la reflexión, a ver más allá del acto protocolario y las menciones de solidaridad para con las víctimas y poder entender que esta vorágine de violencia sigue perpetuando la muerte de inocentes y desplazando campesinos. Nada ha cambiado en 77 años. Los colombianos tenemos una deuda histórica con el diálogo, la paz y con las generaciones venideras, no podemos seguir siendo egoístas, reproduciendo el circulo de odios y condenando nuestros hijos al mismo infierno.

P.S: Jamás he compartido con mis paisanos el hecho de que se le llame Inmolación a lo que claramente fue una masacre, y me refiero a los nueve concejales que perdieron la vida asesinados por las FARC. La RAE define el término así: 2. Ofrecer alguien su vida, por alguien o por una causa. Los mártires se inmolaban por su fe, por ejemplo. La etimología del término plantea su significado como sacrificio u ofrenda en honor a una divinidad, que por extensión se ha llevado principalmente al terreno de lo religioso y más específicamente los musulmanes.

En todo caso, la significancia nos lleva al sentido de lo voluntario, cosa que no fue así, los concejales no se hicieron elegir para ser asesinados, nunca quisieron dar su vida, esta, por el contrario, les fue arrebatada, fue una masacre, y hago referencia a esto en honor a la verdad. El uso del lenguaje es importantísimo para no equivocarnos en los objetivos.

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