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El mejor premio es su lectura cada domingo

Por: Pedro Javier Jiménez

Opinión

Hoy cumplo un año de haber iniciado esta columna en LaÚltima.com.co. Agradezco sinceramente a su director, César Velandia Clark, por brindarme la oportunidad de ejercer libremente la expresión.

Las columnas de opinión, vale la pena recordarlo —aunque suene redundante— no son objetivas. Son expresiones personales, subjetivas, que se escriben con lenguaje persuasivo. Su esencia es provocar, interpretar, analizar y, sobre todo, criticar hechos sociales, políticos, económicos o culturales. Su propósito no es informar, sino generar opinión, invitar al lector a reaccionar, a pensar, a disentir.

Por eso sorprende —y decepciona— la decisión del concejal Juan Amaya, quien, en ejercicio de su rol público y quien siempre ha proyectado cierto equilibrio en sus actuaciones, optó por promover una reforma al Premio Reynaldo Matiz. En dicha reforma, y tras un par de socializaciones y los respectivos debates, se eliminó la categoría a mejor columna de opinión. Según el concejal, en su publicación del 5 de mayo en Facebook:

“2. El Reynaldo Matiz se trata de un premio de periodismo, y como en varias ocasiones se ha debatido acerca de si las columnas de opinión (hoy muchos columnistas de opinión son actores políticos más que periodistas) son realmente una forma de hacer periodismo, algunos periodistas solicitaron retirar esta categoría del premio.”
Es decir que la decisión de eliminar la categoría recae en la “opinión” de algunos.. vaya el carácter ecuánime del Honorable Concejal.

Entiendo —como él mismo lo señala— que no soy periodista Sin embargo, participé con una columna en la pasada edición de los premios porque creo en el poder de la palabra como herramienta ciudadana. Lo que se ha hecho al eliminar esta categoría es, en el fondo, deslegitimar la opinión como ejercicio válido dentro del ecosistema del periodismo y la comunicación, desconociendo su valor como expresión crítica y reflexiva de la sociedad. En vez de abrir el premio a más voces, se estrechó el camino para quienes, desde la ciudadanía, construimos opinión con responsabilidad y argumentos.

Excluir la opinión del reconocimiento público es, en esencia, restringir la pluralidad democrática. ¿Quién decide qué tipo de opinión es válida y cuál no? ¿Con qué derecho se borra del panorama la posibilidad de valorar el análisis, la interpretación y la crítica ejercidas desde lo civil?

La politiquería, lamentablemente, sigue contaminando el espíritu del Premio Reynaldo Matiz. En vez de fortalecerlo como un reconocimiento plural a la comunicación en todas sus formas, lo encierra en un cerco elitista.
Pero aquí seguimos. Con palabra firme, con crítica libre, con la convicción de que opinar también es servir.

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