Por: Edwin Renier Valencia Rodríguez
Opinión
A la opinión pública le digo esto: dejen de ver al empresario como el privilegiado. La gran mayoría no duerme tranquilo pensando en cómo pagar la nómina, cómo sostener a su equipo, cómo cumplir con cada obligación en un entorno que cambia a diario. No se equivoquen: sin empresas, no hay progreso posible.
Colombia, por fin, reconoce algo que siempre ha sido evidente para quienes sabemos lo que significa abrir una empresa, sostenerla en el tiempo y generar impacto: el pasado 30 de abril se oficializó en nuestro país el Día del Valor Empresarial. Y más que una fecha simbólica, es un acto de justicia.
Vivimos en un país donde a menudo se estigmatiza al que produce, al que arriesga, al que contrata. Se le señala con desconfianza mientras se ignora un hecho innegable: las empresas son la columna vertebral de nuestra economía. Representan la mayoría del empleo formal, mueven el 85% del PIB y, además, son las que muchas veces resuelven lo que el Estado no alcanza a cubrir: innovación, soluciones locales, sostenibilidad y desarrollo real.
Esto no se trata de cifras. Se trata de historias. De la pequeña empresa familiar que da trabajo en el barrio. Del emprendedor que empieza con poco, pero sueña en grande. De la multinacional que decide quedarse y seguir invirtiendo en nuestro país. Todos tienen algo en común: creen en Colombia incluso cuando Colombia no siempre cree en ellos.
Celebramos más que resultados financieros. Celebramos la resiliencia, la creatividad y el compromiso social de millones de personas que madrugan todos los días no solo para vender, sino para transformar.
Y a quienes emprendemos, trabajamos por cuenta propia o lideramos una empresa —grande o pequeña—: que este día nos sirva para recordarnos que no estamos solos. Que sí vale la pena. Que aunque el camino sea duro, somos millones empujando hacia adelante. Que cada idea que convertimos en acción, cada empleo que generamos, cada problema que resolvemos, es una forma de construir país.
El verdadero poder transformador no está en los discursos, está en el trabajo diario de quienes deciden creer, crear y quedarse.
Sigamos siendo parte de la solución.
