Por: Faiver Eduardo Hoyos Pérez
Opinión
Empezaré esta columna siendo honesto; creo que Colombia va a clasificar al Mundial 2026, ya que con siete cupos disponibles tendríamos que ser un desastre épico para quedarnos por fuera. Pero ese es precisamente el problema, Néstor Lorenzo ha encontrado en esta generosidad de cupos la excusa perfecta para perpetuar su mediocridad disfrazada de proceso.
Me indigna ver cómo desperdiciamos el talento colombiano, tenemos jugadores regados por todo el mundo, incluso en la liga nacional, capaces de competir con cualquiera, pero el técnico argentino prefiere aferrarse a su círculo de confianza y seguir en su zona de confort. ¿El resultado? Un equipo que juega al ritmo de un vallenato cansado cuando debería bailar al son de un currulao endemoniado.
La convocatoria para enfrentar a uno de los coleros en la tabla como Perú y una Argentina ya clasificada, es el retrato perfecto de este conformismo. Mientras el fútbol evoluciona hacia la intensidad y el vértigo, Lorenzo arma un equipo que parece diseñado para el empate heroico y la derrota digna. ¿Dónde quedó ese ADN ganador que nos llevó a soñar en los noventa?
Lo que más indigna es que el técnico tiene material de sobra para construir algo más, pero no. Lorenzo prefiere la comodidad de lo conocido, el refugio seguro de quienes no lo cuestionan y ordenan a diestra y siniestra dentro del equipo, porque así se siente más seguro. Craso error.
Mientras tanto, el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Ramón Jesurún, mantiene su puesto intocable, como si la Federación fuera su feudo personal y aplaude desde su torre de marfil, ajeno a la realidad de un fútbol colombiano que clama por la renovación de sus dirigentes.
Desde hace varios años, la dirigencia perdió la brújula y parece más preocupada por mantener las cosas como están que por exigir resultados acordes con nuestro nivel. Definitivamente esa es la cultura del conformismo institucionalizado: mientras clasifiquemos, todo está bien.
Lo reitero de nuevo, sí clasificaremos al Mundial; sin embargo, llegaremos arrastrando los pies con más dudas que certezas. Debemos enderezar el barco, o de lo contrario, cuando se compliquen las cosas en la primera ronda de la Copa del Mundo en Estados Unidos 2026, todos pondrán cara de sorpresa, algunos se preguntarán “¿Cómo pasó?”. La respuesta es simple: pasó porque lo permitimos.
El fútbol colombiano merece más que este conformismo disfrazado de prudencia, necesitamos un técnico que entienda que clasificar no es el objetivo, es apenas lo mínimo. Es importante que comprenda que tenemos jugadores para aspirar a todo, no para contentarnos con poco.
Pero lastimosamente, mientras Lorenzo siga en el banquillo de Colombia y Jesurún en la presidencia, seguiremos siendo esa selección que promete mucho y entrega migajas. Una selección que clasificará al Mundial, sí, pero que llegará como un equipo sin alma, sin rebeldía, sin hambre de gloria, llegará como un equipo diseñado para no perder, cuando debería estar obsesionado con ganar.
