Por: Andrés Calderón
Opinión
Hace algunas semanas, por este mismo medio, expresé mi inconformismo por las reacciones del petrismo a las cartas del excanciller Álvaro Leyva; los radicales lo crucificaron en redes, a él y a todo el que diera de alguna forma la razón a sus comentarios, como si el presidente fuera una deidad y no un servidor público sujeto a control. Según estas cartas, el presidente de la república tiene una seria dependencia de las drogas, lo que le imposibilita tener control pleno de la presidencia, a lo que muchos con toda razón nos preguntamos, de ser ciertas estas afirmaciones, ¿quién gobierna cuando el presidente se encuentra en esos supuestos periodos de desconexión? Ya lo decía claramente la periodista María Jimena Duzán, una de las voces más importantes del periodismo en nuestro país: el problema de la supuesta adicción del presidente nos compete a los colombianos en el momento en que esta interfiera con su ejercicio de presidente.
Hoy, con la exposición que ha hecho el diario El País de España de la supuesta estrategia de conspiración de Leyva en contubernio con Victoria Dávila y otros aspirantes al poder, cosa que es gravísima y debe ser investigada y rechazada por todos los sectores de la sociedad, o por lo menos los que dicen llamarse democráticos, cambia considerablemente el significado de las cartas del excanciller y exconstituyente y pasan de parecer una advertencia o crítica al gobierno a interpretarse como un paso en la estrategia del gran conspirador, hombre que hasta ayer fuese un gran interlocutor para la paz, a ser hoy un peligro para nuestra democracia.
A Petro el tiempo ha venido dando la razón en muchos temas, entre otros tantos el de la misma conspiración que anunciaba ya hace varios meses y que debe preocuparnos tanto como a algunos les ha preocupado la legalidad del intento de consulta, el llamado a constituyente o la propuesta de reelección (hoy inconstitucional) por cuenta de algunos sectores del petrismo que no son pocos. Pero ojo, este nuevo escenario no puede desviar la atención sobre las observaciones que han venido haciéndose al gobierno (legítimas), ni descalificar toda la oposición, eso es importante dejarlo claro para no permitir que lo de Leyva se vuelva excusa de rechazo a toda postura contraria y estigmatizar la crítica, al estilo fascista.
Al presidente no se le puede ver de una sola forma; tan complejo como su personalidad es su gobierno, enmarcado en un contexto de hostilidades por cuenta de unos poderes políticos y económicos que han estado décadas anquilosados en el gobierno, poderes que hoy se disfrazan de oposición cuando en realidad son enemigos y no les interesa más que a Petro le vaya pésimo por el solo hecho de estar ellos fuera de la rosca. Ya hemos evidenciado esta guerra de frente en los intentos de hundimiento de las reformas de gobierno, de las cuales se salvaron la laboral y pensional, pero también podemos resaltar que a Petro jamás se le resalta un solo logro, y muchos medios de comunicación privados se encargan de eso, como si su papel fuera el de ser oposición al gobierno en vez de informar.
Todo esto para decir que, hace mucho rato se viene atentando al gobierno, pero por más que a muchos no les guste Petro y a pesar de sus errores y contradicciones, es el presidente de la república y hay que blindarlo de intentonas golpistas, pues ganó las elecciones y su plan de desarrollo que rige hasta que termine el periodo de cuatro años es legítimo, no contraría lo plasmado en su propuesta electoral.
Frente a este tema no he escuchado pronunciamiento del presidente del Congreso Efraín Cepeda, ni de los uribistas radicales que se jactan todos los días de ser demócratas y defensores de la institucionalidad, a lo que pregunto: ¿acaso lo de Leyva no es grave?, ¿o buscar apoyo en los gringos y tratar de desestabilizar el gobierno como también lo hizo la Dávila no es un atentado a la democracia y la institucionalidad? Eso es traición a la patria. Ganen las elecciones, señoras y señores, si quieren gobernar.
