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La primavera laboral colombiana

Por: Faiver Eduardo Hoyos Pérez

Opinión

Mientras muchos debatían si era posible o no, Colombia acaba de dar un salto histórico con la aprobación de la nueva reforma laboral o Ley 2466 de 2025, una ley que enfrenta lo que durante décadas fingimos no ver: jornadas extenuantes, contratos sin garantías y la precarización disfrazada de flexibilidad. Hoy, después de años de lucha, puedo afirmar sin titubeos que esta reforma representa la reivindicación más importante en nuestro país de los derechos laborales en lo que va del siglo.

Aquí va una verdad que incomoda a varios y es que trabajar 44 horas semanales (y 42 en 2026) no es un capricho progresista. Es dignidad. Es reconocer que no somos máquinas de producción, somos seres humanos. ¿Saben qué significa que el trabajo nocturno comience a las 6 p.m.? Que esa cajera del supermercado que antes no veía recargo hasta las 9 p.m., ahora recibirá un 35% adicional por tres horas más de trabajo cada día. Para alguien que gana el mínimo, eso representa un aumento importante que puede marcar la diferencia entre pagar o no pagar el arriendo completo. Eso no es populismo, es justicia.

Los jóvenes son unos de los grandes ganadores de esta reforma, puesto que por un lado, los aprendices del SENA verán multiplicados sus ingresos, alcanzando el salario mínimo completo durante su práctica empresarial. Por otro lado, los trabajadores de plataformas digitales, esos miles de rappitenderos que sostienen nuestra comodidad urbana, finalmente tendrán contrato laboral y, por ende, seguridad social. Ya no serán “socios” fantasmas de algoritmos despiadados, sino trabajadores con derechos plenos.

No obstante, se debe reconocer que las Mipymes enfrentarán desafíos que se deben considerar. Los números no mienten, dado que las indemnizaciones por despido prácticamente se duplican y los contratos temporales ahora tienen límites estrictos. Algunos economistas predicen que esto podría impulsar un posible aumento de la informalidad. Es un riesgo que debemos monitorear, pero preguntémonos: ¿es justo que la supervivencia de un negocio dependa de negarle dignidad a sus trabajadores? El reto es grande, pero la solución no puede ser perpetuar la precariedad.

Lo que muchos empresarios no entienden es que esta reforma también los protege, dado que al contar con trabajadores más descansados puede repercutir favorablemente en la productividad de la empresa. No es un secreto que empleados con una buena estabilidad laboral, son más comprometidos. La evidencia internacional es contundente: países como Alemania, Dinamarca, Países Bajos, entre otros, con jornadas más cortas tienen mayor productividad por hora trabajada.

Ahora bien, a los empresarios que ya están pensando cómo evadir estas normas, les tengo noticias: el presidente Petro fue claro al anunciar que más de 1.000 nuevos inspectores laborales recorrerán el país, con multas que pueden dejar temblando las finanzas de cualquier empresa que no cumpla la ley. De ese modo, una cosa debe quedar clara y es que la fiesta de la impunidad laboral parece estar agonizando.

Desde luego, esta reforma no es perfecta, deberá haber ajustes, resistencias y debates, pero representa el reconocimiento de que el trabajo debe estar al servicio de la vida, no al revés. Después de décadas de retrocesos, Colombia por fin avanza hacia un modelo laboral del siglo XXI. Por eso, desde este espacio les recuerdo a quienes pronostican el apocalipsis económico, que dijeron lo mismo cuando se creó el salario mínimo, cuando se establecieron las ocho horas diarias, cuando se prohibió el trabajo infantil. La historia siempre les da la razón a quienes apuestan por la dignidad humana, y estoy seguro que esta vez no será diferente.

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