Por: Edwin Renier Valencia Rodríguez
Opinión
En nuestro país, cada gobierno llega con su programa estrella para el agro, cambia los nombres de los proyectos anteriores y promete reactivar el campo con ruedas de negocios, créditos de emergencia o subsidios mal focalizados. Pero casi nunca se piensa en la cadena completa. Se improvisa. Se reacciona tarde. Y lo peor: se legisla desde el desconocimiento.
Muchos de quienes toman decisiones sobre el agro jamás han visitado una finca, ni saben lo que cuesta producir un bulto de papa o cuánto se demora una cosecha de plátano. Mientras tanto, los empresarios del campo siguen a la deriva, sin información, sin apoyo real y con el riesgo permanente de caer en la ruina por una mala cosecha o por una decisión burocrática mal tomada.
Hablar de “reactivación del campo” es populismo barato si no se acompaña de una transformación estructural. Necesitamos dejar de tratar al campesino como un beneficiario de ayudas y empezar a verlo como un empresario del campo. Eso implica acceso a financiamiento, seguridad jurídica, tecnología útil, vías terciarias en buen estado, conectividad digital y sobre todo, mercado justo y estable para su producción.
El agro colombiano no sufre solo por el clima, la guerra o la falta de vías. Sufre porque se piensa mal. Porque nuestras políticas públicas están diseñadas por quienes nunca han sembrado una semilla ni negociado un kilo de plátano. Se gobierna desde la tarima, no desde el surco.
En otras latitudes: el campo se piensa en tres tiempos
Mientras en Colombia seguimos tratando al agro como una serie de problemas aislados, en otros países —como Brasil, México, Chile, e incluso algunas regiones de África y Asia— han empezado a abordar el desarrollo rural desde una visión sistémica, dividida en tres momentos clave: antes de la producción, durante la producción, y después de la producción.
- Antes de la producción: Es la etapa donde se asegura que el productor tenga acceso a insumos de calidad, créditos oportunos, tecnología apropiada y formación técnica. En muchos países, esta fase está respaldada por alianzas público-privadas, cooperativas eficientes y políticas de fomento rural que garantizan que el agricultor no arranque la siembra sin saber cómo la va a terminar.
- Durante la producción: Aquí se pone el foco en la asistencia técnica, la transferencia de conocimiento, el acompañamiento en campo y la eficiencia productiva. Instituciones de investigación, universidades y centros especializados cumplen un papel activo, no desde un escritorio, sino caminando junto al campesino. La tecnología, los datos y la innovación están al servicio de quien trabaja la tierra.
- Después de la producción: Es la etapa más olvidada en Colombia, pero quizás la más crucial. Incluye la logística, la comercialización, la transformación agroindustrial y el acceso real a mercados. En otras regiones, se promueven contratos de compra anticipada, sistemas cooperativos de acopio, plataformas digitales para conectar productores y compradores, y políticas de precio mínimo que protegen al pequeño productor.
Políticas públicas que no entienden el agro.
Y no es que falten ideas. Lo que falta es visión. Lo que falta es voluntad real de dejar la politiquería y pensar en políticas de largo plazo. Pensar en cadenas productivas completas, en agroindustria rural, en plataformas digitales que funcionen para el campesino, no para engrosar los contratos de consultores de escritorio.
La “reactivación del campo” ha sido bandera de muchos discursos. Pero lo que se necesita es transformación del campo: darle herramientas al campesino, infraestructura adecuada, conectividad, acceso a mercados y tecnología útil. No bastan los créditos si no hay quién compre la cosecha. No bastan los subsidios si no se acompañan de educación. Y sobre todo, no basta con visitar una finca para la foto, mientras en los escritorios se siguen aprobando leyes sin pies ni cabeza.
Mientras sigamos viendo el agro como una papa caliente que se lanza de ministerio en ministerio y no como el corazón económico y social del país, seguiremos condenando al campesino a sobrevivir en lugar de progresar. Y mientras los politiqueros sigan prometiendo soluciones sin comprender los ciclos del campo, cada crisis agropecuaria será solo la antesala de la siguiente.
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