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Yaguará y el quesillo que movilizó multitudes

Por: Jorge García Quiroga

Opinión

Agosto en el Huila ha estado lleno de fiesta, música y tradición. Campoalegre, Yaguará y Rivera desplegaron lo mejor de su riqueza cultural para conquistar la atención: Campoalegre celebró la edición 41 de su Festival Folclórico y Cultural del Arroz, Rivera cautivó con el 33 Festival Infantil del Sanjuanero Huilense, y Yaguará se engalanó con el Reinado Departamental del Turismo y las Fiestas Reales. Sin embargo, este año fue Yaguará quien se llevó el mayor protagonismo al elaborar, según sus autoridades, el quesillo más grande del mundo.

La noticia se propagó con rapidez y, en cuestión de horas, las carreteras se llenaron de interminables filas de carros y motos. Familias enteras, turistas, youtubers, artistas invitados y vecinos de municipios cercanos viajaron para presenciar el acontecimiento. Lo más destacado fue la diversidad de asistentes: líderes políticos, empresarios, campesinos, jóvenes, curiosos y quienes llegaron solo por la experiencia o por un bocado gratis. Todos, sin excepción, probaron un pedazo del gigantesco quesillo y lo compartieron en redes sociales. El pueblo entero se volcó a las calles para reír, conversar, registrar recuerdos y ser parte de un hecho que, aunque sencillo en su esencia, requirió una elaboración compleja y de gran dedicación.

La pregunta que muchos se hicieron fue: ¿cómo algo tan cotidiano como un quesillo logró atraer a miles de personas? La ciencia tiene varias respuestas. El ser humano se siente atraído por lo inesperado. El quesillo, alimento diario en la mesa huilense, al ser presentado en una versión gigantesca rompió la rutina y se convirtió en una novedad irresistible. Nuestro cerebro libera dopamina cuando nos enfrentamos a lo extraordinario, y esa sensación de curiosidad y motivación impulsó a la gente a querer verlo con sus propios ojos.

A esto se sumó el orgullo colectivo. No fue un quesillo cualquiera, fue “el más grande del mundo”. Ese detalle le dio un valor simbólico que despertó en los huilenses un sentimiento de pertenencia y orgullo regional. Estar allí significó ser parte de la historia y reafirmar la idea de que lo nuestro también puede ser grande.

El valor de lo compartido también fue fundamental. Comer juntos, sonreír, brindar y fotografiarse alrededor de un mismo acontecimiento convirtió el momento en un ritual social. Los rituales, según los expertos, son la base de la cohesión comunitaria y fortalecen los lazos que nos unen. Además, en tiempos de redes sociales, el atractivo de un evento así se multiplicó. Una foto junto al quesillo gigante no fue solo un recuerdo personal, sino una forma de ganar visibilidad, mostrarse y recibir reconocimiento en el mundo digital.

Lo que pasó en Yaguará fue más que la elaboración de un alimento gigante. Fue la prueba de cómo la cultura, mezclada con lo inusual, tiene la capacidad de movilizar a comunidades enteras. El quesillo sirvió de excusa para reunir a miles de personas en torno al orgullo, la emoción y la tradición.

Agosto en el Huila terminó dejando en claro que las fiestas no solo se viven en escenarios de música o reinados. También se celebran en esos momentos que, naciendo de lo cotidiano, logran unir a todos en un mismo sentimiento.

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