Por: Faiver Eduardo Hoyos Pérez
Opinión
Lo había pronosticado hace un par de meses, era imposible que Colombia no clasificara a la próxima Copa del Mundo, pero una cosa es clasificar y otra muy distinta es convencer. El resultado por 3-0 frente a Bolivia en el Metropolitano selló nuestro boleto a Norteamérica, pero dejó más incógnitas que respuestas sobre el verdadero estado de esta Selección.
Aunque le ganamos a una Bolivia que venía ilusionada por el repechaje y llegó a Barranquilla sin absolutamente nada que perder, por momentos nos hizo ver incómodos en nuestra propia casa, pese a su pobre nivel futbolístico. Por pasajes del partido, me pareció ver una exhibición de cómo no se debe jugar cuando tienes la obligación de cerrar una clasificación al mundial. La selección parecía desconectada, tratando de sacar el resultado priorizando las individualidades, por encima de lo colectivo.
Cuando el partido parecía más enredado, apareció el de siempre para desenredarlo, el capitán James Rodríguez. El “10” sigue siendo ese misterio del fútbol colombiano que parece un jugador más en los clubes en los que ha militado, pero, con la tricolor se transforma en el líder que conocemos. Ayer con su gol (14) por eliminatorias, permitió abrir el marcador y quitarle un peso enorme al equipo, además de superar a Radamel Falcao García como el mayor anotador de la selección en este certamen.
Por su parte, Luis Díaz cumplió, como siempre. El guajiro fue importante para desbordar por las bandas y generar caos en cancha rival. Y Juan Fernando Quintero, en apenas minutos en cancha, demostró que merece ser más tenido en cuenta por Néstor Lorenzo, al anotar gol y aportar una tremenda asistencia para que John Córdoba se encontrara nuevamente con la red y lo celebrara como si se quitara una maldición de encima.
Pero el momento que me emocionó y que unió nuevamente a todo un país no fue ningún gol, fue escuchar más de 40.000 gargantas coreando el nombre de “Dayro, Dayro, Dayro”. Sin duda, la convocatoria de Moreno es el reconocimiento a una carrera de persistencia, al goleador que nunca abandonó el sueño de vestir la amarilla en un Mundial y que hoy con cerca de 40 años de edad, es el actual goleador de la Copa Sudamericana. Cuando finalmente ingresó al terreno de juego, el Metropolitano se vino abajo y Dayro en los escasos 10 minutos que jugó, dejó su alma en la cancha.
Por lo pronto, Lorenzo tiene bastante trabajo por delante, dado que esta clasificación no alcanza a tapar las evidentes falencias del equipo. La desconexión entre líneas, la dependencia excesiva de momentos individuales, la incapacidad para mantener el control cuando el rival aprieta o no poder sostener los resultados, son situaciones que se vivieron a lo largo de las eliminatorias sudamericanas y que en un mundial serán castigados sin piedad.
Celebremos la clasificación, por supuesto. Volvemos a un Mundial después de ocho años y eso no es poca cosa. Pero no nos engañemos: este equipo necesita mucho más que bailes en el camerino y videos virales si quiere superar lo hecho en Brasil 2014. De no ser por las piruetas e ideas innovadoras de Infantino al frente de la FIFA, hoy estaríamos eliminados con el formato anterior. Por lo tanto, la alegría de hoy no puede nublar la autocrítica para construir un equipo que sea protagonista en la próxima Copa del Mundo.
Mientras nosotros sudábamos contra los bolivianos, en Buenos Aires Leo Messi jugaba su último partido de eliminatorias. El adiós de una leyenda se acerca, y aunque no sea nuestro tema principal, es imposible no reflexionar sobre el fin de una era mientras nosotros apenas comenzamos a construir la nuestra.
