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El revés político de Gustavo Petro

Por: Carlos Ernesto Álvarez Ospina

Opinión

La reciente elección de Carlos Ernesto Camargo como magistrado de la Corte Constitucional representa, sin lugar a dudas, uno de los reveses políticos más significativos que ha recibido el presidente Gustavo Petro desde que llegó al poder. Más allá del resultado mismo, que se traduce en una victoria para la independencia de las ramas del poder público y un mensaje claro de los senadores en defensa de la separación de poderes, lo que quedó en evidencia fue la fragilidad de las alianzas políticas del gobierno y la incapacidad del presidente para asimilar una derrota institucional con altura de estadista.

El Senado, en un acto soberano, eligió a Carlos Ernesto Camargo con una votación que refleja no solo un rechazo a la intención del gobierno de cooptar el alto tribunal, sino también la firme decisión de evitar que la Corte Constitucional se convierta en un apéndice del Ejecutivo. Esa elección demostró que aún existe en el Senado un grupo mayoritario que entiende la importancia de proteger la democracia y los contrapesos frente a un gobierno que, en más de una ocasión, ha mostrado intenciones de concentrar el poder.

La reacción del presidente Petro no pudo ser más diciente. En un acto de inmadurez política, respondió con la salida abrupta de tres ministros que provenían de partidos políticos y que hacían parte de la coalición de gobierno. Como si la gobernabilidad de un país pudiera manejarse con rabietas, el mandatario decidió castigar a sus aliados por no haberse alineado de manera ciega con sus intereses, olvidando que los partidos políticos tienen autonomía y que la democracia se construye a partir del disenso y el debate, no de la obediencia ciega.

Este episodio revela dos elementos preocupantes. En primer lugar, la visión reduccionista del presidente sobre la política, para Petro, quien no está con él está en su contra, y bajo esa lógica de polarización pretende gobernar un país complejo y diverso como Colombia. En segundo lugar, expone su creciente aislamiento político. Al romper con sectores que le daban soporte en el Congreso, el presidente se debilita aún más y enfrenta un escenario en el que sus grandes reformas tienen pocas posibilidades de avanzar.

La infantilidad de la reacción presidencial no solo es una muestra de orgullo herido, sino también una advertencia de cómo se toman las decisiones en la Casa de Nariño, más desde el impulso emocional que desde la reflexión estratégica.

En conclusión, lo que debería haber sido una lección de respeto por la institucionalidad, Petro lo transformó en una crisis innecesaria que él mismo fabricó. El triunfo de Camargo en la Corte Constitucional es, al mismo tiempo, un triunfo de la democracia y un recordatorio de que Colombia no pertenece a un solo proyecto político. Y la reacción presidencial, por su parte, deja claro que el principal obstáculo para la gobernabilidad no es la oposición ni los partidos, sino la propia forma en que Petro entiende y ejerce el poder.

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