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La elección de Camargo

Por: Fredy Ernesto Tovar Montenegro

Opinión

La elección de Carlos Camargo como magistrado de la Corte Suprema de Justicia se convirtió en un terremoto político que sacude no solo a la Rama Judicial, sino al propio proyecto de gobierno de Gustavo Petro. A las críticas por su cuestionado paso por la Defensoría del Pueblo y a las grabaciones de la DEA que lo vinculan con las antesalas al cartel de la toga, se suma un ingrediente determinante, la impronta de su mentora, la exprocuradora General Margarita Cabello.

No es un secreto que Camargo ascendió en el mundo jurídico y burocrático bajo el ala protectora de Cabello, lo impulsó en la Universidad Sergio Arboleda y lo respaldó en momentos clave de su carrera. La exprocuradora, símbolo de la justicia cooptada por intereses políticos y cercana a los círculos de ultraderecha de los Char y el Uribismo, aparece hoy como una de las vencedoras silenciosas de esta elección. Colocar a su discípulo en la Corte Suprema es un movimiento estratégico, asegurando su influencia en uno de los tribunales más poderosos del país.

Que Camargo llegue a la Corte en medio de grabaciones de la DEA que lo mencionan por hacer antesala a Rodrigo Noguera para no ser salpicado en el cartel de la toga, además del papel que jugó archivando procesos de campañas financiadas por ODEBRECH cuando hizo parte del CNE y de su papel poco democrático en la defensoría del pueblo en las jornadas del estallido social, no son un detalle menor y develan como la corte suprema es un cuerpo colegiado muy cuestionable. Es inaudito haber ternado a este personaje.

En cualquier democracia con estándares más altos, esas sombras lo habrían inhabilitado moralmente. Pero en Colombia, el respaldo de padrinos políticos como Cabello pesa más que cualquier sospecha. Y eso lo saben bien quienes, desde el Congreso, incluso algunos cercanos al Pacto Histórico, ayudaron a bendecir su elección, como el caso de senadores de la Alianza Verde, que, con el guiño del gobernador de Boyacá, Carlos Amaya quien es esposo de una prima de Camargo, inclinaron la balanza en favor del hoy elegido y cuestionado magistrado.

Ahí radica el verdadero escándalo, el “cambio” que prometía romper con las redes de clientelismo y corrupción terminó avalando, directa o indirectamente, la llegada de un heredero político de Margarita Cabello, una de las figuras más resistidas por el petrismo durante la campaña presidencial. De ahí la palabra que hoy retumba con fuerza es “traición”.

La elección de Camargo, más que un triunfo personal, es la ratificación de que las viejas élites judiciales y sus redes de poder siguen controlando el escenario. Petro, que denunció durante años la captura de la justicia por los clanes políticos, ahora ve cómo desde dentro de su propia coalición se apuntalan las fichas de quienes representan esa continuidad.

El desenlace deja una advertencia amarga, mientras el petrismo no logre cohesionar a sus bancadas y establecer líneas rojas éticas claras, episodios como el de Camargo se repetirán. La salida es enfilar los esfuerzos en refundar el congreso y ganar las curules que se alineen con el proyecto democrático actual.

La esperanza que renace en este panorama gris, es la evidente fuerza que toman día tras día los precandidatos del progresismo, para definir el o la candidat@ a la presidencia y los candidatos a la cámara y al senado, que tomen la posta para darle continuidad al proyecto progresista y al cambio con las reformas pendientes.

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