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Neiva- Ciudad de Dios

Por: Pedro Javier Jiménez

Opinión

Mientras Manizales y Montería avanzan con visión y proyectos estratégicos, Neiva se queda atrapada en la resignación y el atraso.

Ver cómo se suceden las administraciones en Neiva sin un verdadero propósito es desgarrador. Han pasado más de diez años desde la última “gran obra” que recordemos —el puente sobre la Avenida La Toma con la carrera 16— y desde entonces lo que hemos acumulado son promesas incumplidas, obras inconclusas, elefantes blancos y dinero desperdiciado. El listado es largo y lo conocemos todos, empezando por el estadio de fútbol, convertido en símbolo del fracaso de las administraciones y de la resignación ciudadana que terminó por vencernos.

Escribo con tristeza porque, elección tras elección, los neivanos seguimos atrapados en las mismas decisiones equivocadas. Nos resignamos al silencio y permitimos que el atraso nos atropelle, como si no nos correspondiera exigir otra historia. Cada cuatro años entregamos el poder a un nuevo “señor feudal” que, tras un paso insulso por la administración, desaparece tranquilo por las calles, ajeno al daño de su propia mediocridad.

La comparación duele más cuando miramos lo que ocurre en otras ciudades intermedias del país. Manizales fue reconocida recientemente por ONU-Hábitat con el premio “Ciudad para la Vida”, destacada entre más de 15.000 urbes de América Latina por su eficiencia en servicios públicos, inclusión social, resiliencia climática y movilidad sostenible. A esto se suma su apuesta por la infraestructura educativa y cultural, y un teleférico urbano que hoy se expande como modelo de transporte sostenible.

Montería, por su parte, se ha convertido en epicentro internacional con el Rivercity Global Forum 2025. Allí mostró no solo el resultado de una visión transformadora de más de 20 años —cuando la ciudad le dio la cara al río Sinú y lo convirtió en fuente de desarrollo— sino que además presentó tres proyectos que marcan futuro: Businú, el primer sistema de transporte público fluvial de Colombia; el Parque de las Lagunas, un complejo ambiental y recreativo de 30 hectáreas; y un puente peatonal turístico con piso de cristal sobre el río Sinú. Iniciativas que no solo transforman la ciudad, sino que la ponen en el mapa global como laboratorio de sostenibilidad y planificación urbana.

Si usted que lee estas líneas no es consciente de que en cada proceso electoral no solo inflamos el ego de quienes se hacen llamar líderes, sino que además hipotecamos la posibilidad de construir región y país, seguiremos sumidos en el atraso. Los que hoy se autodenominan líderes tienen muchas cualidades, menos la de plantear un proyecto con propósito de largo plazo. Prefieren aparecer en videos armando la marrulla del futuro, en vez de estructurar un plan sólido para el porvenir.

En Neiva no hemos tenido la valentía de romper la inercia ni de exigir a quienes gobiernan que piensen la ciudad con grandeza. Seguimos atrapados en la frustración, en el conformismo del “es lo que hay”, como si el atraso fuera un destino inevitable.

Y ojo: en la elección al Congreso comienza a jugarse la siguiente contienda territorial. Revise cómo actúa su candidato, porque ahí se empieza a definir quiénes serán los “socios” del futuro regional. El reto no es menor: de nuestra exigencia ciudadana dependerá que Neiva deje de ser una ciudad de Dios, sin propósito.

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