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El jueves pasado, durante una operación militar para desmantelar un laboratorio de producción de pasta base de coca en zona rural del municipio de Villagarzón, Putumayo, tres soldados del Ejército Nacional fueron atacados con gasolina e incendiados por un civil que se encontraba en el lugar. Uno de ellos, Sebastián Díaz, oriundo de la ciudad de Neiva, habló con Laúltima.com.co desde el hospital Militar donde se recupera de las quemaduras. Su testimonio da cuenta de cómo se desarrolló el operativo y de qué manera, en cuestión de segundos, una acción rutinaria se convirtió en una emergencia crítica.
Díaz Amaya formaba parte de la patrulla encargada de destruir el laboratorio. Según relata, al llegar al sitio comenzaron con el procedimiento habitual: asegurar el área, aplicar gasolina alrededor de la estructura y preparar la quema controlada del lugar. En ese momento, se encontraba junto a un teniente y otro compañero.

Mientras avanzaban con el procedimiento, un civil se aproximó con una actitud hostil. Según el soldado profesional, el hombre se interpuso entre los uniformados y el laboratorio, y aseguró que no permitiría que lo quemaran. “Dijo que si le metíamos candela, él se quemaba también”, recuerda. Ante esa situación, los tres militares decidieron intervenir para retirarlo del área y evitar cualquier daño, pero el hombre reaccionó de manera violenta.
“El tipo sacó una caneca como de pintura, llena de gasolina, y se la lanzó a mi compañero”, relató. El combustible alcanzó también a Díaz y al teniente. “Quedamos empapados. Mi compañero alcanzó a correr, pero nosotros no tuvimos tiempo de reaccionar”. De inmediato, el civil encendió el fuego.
Díaz fue el primero en prenderse. Las llamas lo envolvieron por el costado derecho del cuerpo. Instintivamente corrió hacia una zona de pasto y se lanzó al suelo para intentar apagarse. Sin éxito. El fuego seguía. “Me revolqué, traté de apagarme como fuera, pero no podía. Era como si nada lo apagara”, recuerda. Al ver la escena, el teniente se acercó para auxiliarlo, sin percatarse de que al hacerlo también quedaría envuelto en llamas.
Ambos fueron atendidos por los demás soldados de la patrulla y evacuados del lugar. Las quemaduras de Díaz comprometieron su espalda, costado derecho, pierna, gemelo, rodilla y parte del rostro. Su recuperación ha sido lenta, pero estable. Según le han informado, el teniente ha sido sometido a tres cirugías y su estado también evoluciona favorablemente.
Díaz asegura que, durante los minutos en los que estuvo en el suelo intentando apagar el fuego, pensó que no saldría con vida. “En ese momento pensé en mi familia, en todo lo que había vivido. Uno no cree que algo así pueda pasar”, afirma.
Cuando se le pregunta si perdonaría al hombre que lo atacó, su respuesta es breve y clara: “No. No lo perdono”. Para él, no se trató de un acto impulsivo sino de una agresión directa, premeditada.
Frente a su futuro en el Ejército, Díaz reconoce que el ataque lo hizo replantearse muchas cosas. Desde pequeño quiso ser militar, y afirma que haberlo logrado fue un sueño cumplido. Pero después de lo ocurrido, confiesa que no sabe si continuará. “Toca pensar bien cuando salga de aquí. Primero está la vida”.
El ataque contra los tres uniformados ha sido atribuido por las autoridades a civiles que habrían sido instrumentalizados por las disidencias armadas de los Comandos de la Frontera, grupo que mantiene presencia en varias zonas del Putumayo y que, según inteligencia militar, ha venido utilizando a la población civil para bloquear las operaciones contra los laboratorios de coca y la erradicación de cultivos ilícitos.
La Fiscalía abrió una investigación para identificar al responsable del ataque. Hasta el momento no se han realizado capturas. El Ejército continúa desarrollando operaciones en la región, mientras los tres soldados afectados permanecen en recuperación.