inicioOpiniónSin equipo, no hay show: La Tragicomedia del Atlético Huila

Sin equipo, no hay show: La Tragicomedia del Atlético Huila

Por: Faiver Eduardo Hoyos Pérez

Opinión

El Atlético Huila atraviesa su peor momento institucional desde que el Grupo Ecuatoriano, propietario también del Independiente del Valle, asumió el control hace más de dos años. Los resultados no mienten, recibieron al equipo en primera división y hoy milita en la Serie B, condenados a pasar un par de años más.

El actual presidente del club, Maruan David Issa, o como algunos sectores lo llaman “El Embajador de la India 2.0”, prometió implementar un proyecto similar al del Independiente del Valle en territorio huilense. No obstante, los hechos demuestran lo contrario. Tres torneos después, solo acumulan fracasos deportivos y un distanciamiento con los medios de comunicación locales que cada vez preocupa más, pero al parecer es solo una estrategia para minimizar el impacto mediático de la crisis.

En esta tragicomedia ya nada sorprende, el capítulo que se vivió en Manizales, donde personal del club estaban portando camisetas del Atlético Huila pero apoyando férreamente al Independiente del Valle de Ecuador, evidencia la falta de respeto hacia la identidad del club y al Once Caldas. Sin duda, esta decisión, la cual fue avalada por las directivas, demuestra el poco compromiso con los valores y la historia de la institución.

La situación del estadio Guillermo Plazas Alcid agrava el panorama, ya que el estudio técnico determinó que la recuperación de la tribuna occidental costaría 57 mil millones de pesos para una capacidad de apenas 3.600 espectadores. La demolición total y reconstrucción integral superaría los 150 mil millones. Ante estas cifras y los retrasos en las obras prometidas por los gobernantes de turno, el Grupo Ecuatoriano explora trasladar al equipo a otra ciudad.

Aunque esta posible mudanza es un rumor, cada vez cobra más fuerza, dado que algunas fuentes periodísticas nacionales confirman que las directivas buscan de manera desesperada, una nueva sede para 2026. Esto no es nada extraño, teniendo el precedente reciente de Águilas Doradas, que abandonó Rionegro por Sincelejo, lo cual demuestra que estos movimientos son cada vez más frecuentes en el fútbol colombiano y no está lejos de ser una realidad.

En ese sentido, me surge una pregunta ¿qué sentido tiene invertir miles de millones de pesos en un estadio sin equipo profesional? Desde luego, ninguno. Fácilmente esos recursos podrían destinarse a infraestructura deportiva abandonada como la Villa Olímpica, cuyas piscinas que albergaron eventos mundiales permanecen sin funcionamiento. La natación y otros deportes que nos han dado más gloria que el fútbol, requieren un poco de esa inversión para su reactivación.

Es preocupante el silencio cómplice y la mala gestión de las directivas. En tiempos pasados, el paso del ingeniero Juan Carlos Patarroyo no fue perfecto, tuvo errores y limitaciones. Sin embargo, ante la pésima administración actual, se le extraña. Al menos mantuvo al equipo en primera división pese a las dificultades económicas, lo llevó a disputar dos finales de Liga Colombiana y a participar en Copa Sudamericana. Su compromiso con la identidad opita, aunque imperfecto, hoy parece un estándar inalcanzable para las actuales directivas.

Las tribunas del estadio permanecen cerradas al público desde hace meses por el problema del estadio. A su vez, el respaldo popular de la hinchada se empieza a perder ante la evidente falta de un proyecto deportivo serio. Incluso, algunos sectores piden que inversionistas locales como Felipe Olave, prioricen salvar al Atlético Huila antes de pensar en construcciones millonarias. Es necesario, ya que sin un equipo profesional no hay show, y un estadio nuevo como se pretende, sin el club sería solo una mala inversión.

Desde este espacio, me opongo rotundamente a que se lleven al Club Deportivo Atlético Huila de nuestra ciudad, puesto que la permanencia del equipo en Neiva no debería ser negociable. Es patrimonio deportivo del departamento, construido durante más de tres décadas, por lo que permitir su traslado sería aceptar el fracaso de una dirigencia que no estuvo a la altura del compromiso adquirido con la afición opita.

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