Por: Jorge García Quiroga
Opinión
Hablar de ideología política suele sonar complicado, pero en realidad es más sencillo de lo que parece. Todos, de una u otra manera, tenemos una forma de ver el mundo y de pensar cómo debería funcionar la sociedad. Eso es la ideología: un conjunto de ideas y valores que sirven como brújula para decidir qué importancia damos a la igualdad, a la libertad, al papel del Estado o al de la iniciativa privada.
Las palabras izquierda, derecha y centro que tanto se escuchan en debates y noticieros tienen un origen curioso. Nacieron en la Revolución Francesa de 1789. En aquel tiempo, quienes pedían cambios radicales se sentaban a la izquierda del salón de la Asamblea, mientras que los que defendían el orden tradicional y la autoridad del rey ocupaban la derecha. Desde entonces, esta división se convirtió en una manera universal de clasificar posiciones políticas.
La izquierda se asocia con la búsqueda de mayor igualdad. Plantea que el Estado debe intervenir para reducir las diferencias sociales, redistribuir la riqueza mediante impuestos progresivos y promover derechos colectivos. Ejemplos de esta corriente son el Partido Socialista en Francia, el Laborista en Reino Unido o el Pacto Histórico en Colombia.
La derecha, en cambio, defiende la libertad individual, la iniciativa privada y un Estado más limitado. Considera que el mercado impulsa el desarrollo y que es importante preservar tradiciones como la familia, la religión o el orden social. En el mundo, partidos como el Republicano en Estados Unidos o el Popular en España representan estas ideas, al igual que en Colombia lo hacen el Centro Democrático y sectores conservadores.
Entre ambos extremos está el centro, que no es sinónimo de indecisión, sino de equilibrio. Reconoce el valor de la libertad, pero también la necesidad de un Estado que garantice salud, educación y bienestar. Apela al consenso y a los cambios graduales. Partidos como el Liberal o la Alianza Verde, en Colombia, suelen ubicarse en esta franja.
Más allá de las etiquetas, lo que realmente importa es reflexionar sobre qué principios resultan más cercanos. Para algunas personas, la prioridad es la igualdad social; para otras, la libertad individual; y para muchas más, la combinación de ambas. No hay respuestas únicas: cada ciudadano puede sentirse identificado con diferentes posturas según el tema, y eso es legítimo.
En ciudades como Bogotá, Medellín o Cali, ya se han visto administraciones de izquierda, de centro y de derecha, lo que muestra que ninguna corriente tiene el monopolio de las soluciones. Cada una deja lecciones, aciertos y errores que invitan a pensar con criterio propio, más allá de los discursos.
Al final, la ideología política no es un adorno ni una etiqueta vacía: es una herramienta para entender mejor la democracia y para participar en ella con más conciencia. Saber qué ideas resultan más cercanas no significa quedar encasillado para siempre, sino contar con una brújula que oriente las decisiones en un país que necesita ciudadanos informados, críticos y capaces de dialogar.