Por: Luis Augusto Cuenca Polanía
Opinión
Pitalito amaneció de luto hace unas semanas. La noticia del asesinato de Hernando Vargas, un reconocido médico, esposo y padre, miembro de una querida familia laboyana, estremeció a nuestro pueblo. No fue un hecho aislado: hace parte de una cadena de violencia que se agudiza en la región día a día.
Homicidios, extorsiones, robos, secuestros y amenazas son hoy las noticias del territorio. Ya no se trata de hechos lejanos: cada familia conoce de cerca una historia de inseguridad. Ahí está el verdadero problema: la violencia está empezando a percibirse como algo cotidiano, como si nos resignáramos a vivir con ella.
No podemos permitir que se normalice. Cada vida perdida duele; cada proyecto de vida frustrado es una derrota colectiva de la sociedad. Cada existencia arrebatada o vulnerada nos empobrece como pueblo y, en general, como región.
Mientras los gobiernos locales hacen lo que pueden con lo que tienen, y con una fuerza pública que a todas luces resulta insuficiente para cubrir el territorio, pareciera que desde el nivel nacional la respuesta es otra: debilitarla. A veces da la impresión de que a este gobierno la fuerza pública le incomodara, como si fuera un estorbo y no la garantía mínima de seguridad que exige cualquier sociedad. El resultado lo sentimos en las calles: más delincuencia, más miedo, más desconfianza.
La respuesta a esta situación no puede seguir siendo el silencio ni la indiferencia. Necesitamos que las instituciones actúen con decisión, que el Estado recupere el respaldo y la motivación de la fuerza pública, y que los gobiernos nacional, departamental y local asuman con responsabilidad su tarea de protegernos.
Debemos unirnos como sociedad, rodear a nuestros mandatarios y autoridades locales, y exigir con firmeza al Gobierno Nacional una mayor inversión en tecnología, inteligencia y pie de fuerza en la región. La seguridad no puede convertirse en un tema de discursos: debe sentirse en las calles, en las veredas y en la confianza ciudadana.
Pitalito no merece quedar marcado por el miedo; merece ser reconocido por el empuje de su gente, por su cultura y por su enorme potencial. Un mes después, al recordar a Hernando Vargas y a tantas otras víctimas, debemos reafirmar la convicción de que la violencia no nos define. Lo que nos define es la capacidad de unirnos para rechazarla y construir un futuro diferente.
@tutocuenca
