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Democracia en manos del algoritmo: el poder de los influencers en la política

Por: Jorge García Quiroga

Opinión

La política siempre ha buscado la forma de llegar a la gente. Antes se hacía desde la plaza pública, después desde la radio, la televisión y los grandes periódicos. Hoy el escenario cambió por completo: las redes sociales son el nuevo campo de interacción política. Allí, los protagonistas ya no son solo los partidos o los candidatos tradicionales, sino también los influencers, personas que quizá no conocen a profundidad la política, pero sí saben llamar la atención, generar emociones y conectar con miles o millones de seguidores a través de un solo video.

Este fenómeno no ocurre solo en Colombia. En varios países se ha observado cómo figuras que comenzaron como celebridades digitales terminaron influyendo en decisiones políticas o incluso alcanzando posiciones de poder. Donald Trump en Estados Unidos utilizó Twitter como su canal principal de comunicación. Jair Bolsonaro en Brasil posicionó su discurso a través de WhatsApp y redes sociales. Javier Milei en Argentina pasó de la exposición mediática a la Presidencia. Nayib Bukele en El Salvador se caracteriza por comunicar la mayoría de sus acciones de gobierno directamente en redes. En todos estos casos, las plataformas digitales se convirtieron en el medio privilegiado para difundir mensajes, construir identidad política y relacionarse con la ciudadanía.

Colombia no es la excepción. Desde las elecciones presidenciales de 2018 y con mayor fuerza en 2022, los influencers comenzaron a tener un papel visible en el debate público. Cada vez más jóvenes consumen contenido político a través de TikTok, Instagram, YouTube o transmisiones en vivo, en lugar de informarse por medios tradicionales o debates televisados. En elecciones regionales se han visto también candidatos posicionarse gracias a estrategias digitales o al apoyo de creadores de contenido, lo que demuestra que el escenario electoral se ha ampliado y transformado. La expresión “si no está en redes, no existe” resume bien esta nueva lógica comunicativa.

Esta realidad trae consigo diferentes lecturas. Para algunos, la participación de influencers amplía el alcance de los mensajes políticos, permite que más voces entren a la conversación pública y acerca la política a sectores que históricamente se habían mantenido al margen, especialmente a los jóvenes. Para otros, el reto está en que los temas complejos se abordan de manera breve, visual y emocional, lo que puede dejar de lado la profundidad del debate, mientras la información circula a gran velocidad y con poca verificación.

El desafío entonces no está en la presencia de influencers, sino en comprender cómo las dinámicas de las redes moldean la conversación pública. Las plataformas, al priorizar contenidos que generan interacción, influyen en lo que la ciudadanía ve, comparte y comenta, haciendo que la política se adapte al ritmo y al lenguaje digital.

Las redes sociales y los influencers ya hacen parte del panorama político y es previsible que su papel siga creciendo. Ante ello, el reto colectivo es desarrollar más herramientas de análisis, fortalecer la educación digital y promover una ciudadanía que pueda informarse de manera crítica y responsable. La democracia del siglo XXI no podrá entenderse sin el algoritmo, la pantalla y el nuevo intermediario: el influencer.

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