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La Última dialogó con Andrés Felipe y Rubén Vanegas, los dos hermanos que están detrás del hallazgo que hoy tiene al emblemático desierto de La Tatacoa en los titulares de medios de investigación del orden internacional. La conversación se llevó a cabo en el pequeño museo que levantaron en el centro poblado La Victoria, un proyecto que nació mucho antes de que se llamara “museo”.

En la Tatacoa, donde el suelo guarda historias de millones de años, los dos hermanos del centro poblado de tan solo tres mil habitantes, construyeron, casi en silencio, una de las colecciones paleontológicas más importantes del mundo. Tras años de búsqueda empírica, acaban de sumar a su museo una nueva especie, Shakiremys colombiana, la tortuga fósil que acaba de darle la vuelta al mundo.

Andrés, hoy de 36 años, recuerda que todo empezó con una curiosidad infantil. Un día, siendo un niño con apenas 11 años, encontró dos “piedras raras” en Cusco. Resultaron ser fósiles. Ese hallazgo casual se convirtió en una obsesión que arrastró a su hermano. Desde entonces recorren el norte del desierto de La Tatacoa buscando piezas que el tiempo dejó enterradas.
“Éramos un grupo de niños de la vereda”, cuenta. “Queríamos crear un museo y empezamos a colectar fósiles para ese sueño”. Aquella idea se materializó años después, primero como un pequeño laboratorio casero y hoy como el Museo de la Tatacoa, que guarda una de las colecciones paleontológicas más grandes del país y el único laboratorio de este tipo en el sur del Huila.

En las estanterías y cajas del museo reposan más de 4.000 especímenes, aunque Andrés evita hablar de “piezas”, pues un solo animal puede contener cientos de fragmentos. Millones, si se contaran uno a uno. En ese inventario, la Tatacoa aparece como un ecosistema completo fosilizado, reptiles, peces, aves, crustáceos, mamíferos… un paisaje tropical de hace 13 a 15 millones de años, muy distinto al bosque seco que se ve hoy.

Sin embargo, la historia del museo también incluye obstáculos. “La paleontología en Colombia está muy poco desarrollada”, explica Andrés. La Ley de Patrimonio Geológico solo existe desde 2018, y el apoyo estatal es mínimo. La mayoría de aportes han llegado del exterior, el Smithsonian, instituciones de Panamá y Europa, museos de investigación y hasta el astronauta William Anders, de la misión Apolo 8.
Aun así, el museo recibe paleontólogos de todo el mundo. Hace unas semanas llegó un investigador chino; pronto arribarán científicos suizos. Y cada visita añade preguntas nuevas sobre ese ecosistema que la Tatacoa conserva como un libro abierto.
La historia detrás de ‘Shakiremys colombiana’
La nueva tortuga fósil, Shakiremys colombiana, apareció por partes. Primero, los hermanos encontraron una concha. Años después, un habitante de La Victoria les reportó otra, y esta vez llevaba un cráneo. Ese detalle cambió todo, con el paleontólogo Edwin Cadena, de la Universidad del Rosario, iniciaron el estudio que terminó confirmando que se trataba de una especie y un género completamente nuevos para la ciencia.

La llamaron Shakiremys por la forma ondulada de su caparazón, que recuerda el movimiento de caderas de Shakira. Más allá del nombre curioso, el fósil es valioso porque pertenece al grupo de las podognémides, presentes hoy en ríos como el Orinoco, Amazonas y Magdalena. Su morfología no coincidía con ninguna conocida. Una tortuga desconocida para el planeta, conservada en detalle excepcional.
Rubén, el hermano que siguió la huella

Rubén, el menor, cuenta que su pasión empezó también por accidente. A los ocho años vio una “tortuga de piedra” que un amigo les señaló cerca de La Victoria. La excavó torpemente con una ramita, sin saber que era un fósil. Desde ese día, las preguntas quedaron sembradas.
Luego, otro hallazgo infantil marcó el rumbo, dientes curvos y cafés, que un compañero de colegio le atribuyó a dinosaurios. “Encontramos un tesoro”, recuerda. Fue entonces cuando Andrés propuso crear un museo. Lo que inició con tres niños terminó siendo un grupo de quince jóvenes que recorrían la Tatacoa buscando fósiles para construir una colección comunitaria.
Hoy, Rubén describe la paleontología como “un tema extraordinario, único”. Le fascina pensar que al excavar un organismo enterrado por millones de años se convierte, junto a su hermano, en una de las primeras personas en verlo después de ese silencio geológico.
La pieza que más los conmueve

Entre miles de restos, hay uno que destacan, la cabeza de un primate, la más completa hallada en Suramérica y una de las mejores del mundo. Tatacoa es el lugar con mayor registro fósil de primates del planeta, más de 14 especies identificadas, y este hallazgo es clave para entender cómo se movían y evolucionaban estas especies en los trópicos.
Lo que aún buscan
Los hermanos tienen un sueño pendiente y es encontrar más restos del llamado “ave del terror”, un ave terrestre de dos metros que habitó la región y de la cual solo se ha encontrado un fragmento. “Queremos conocerla mejor, saber si era diferente a las halladas en otros lugares”, explica Andrés.
También tienen otra petición, más terrenal, mejores vías de acceso. La ruta hacia La Victoria depende de la Gobernación del Huila y suele estar en mal estado, a pesar de que la Tatacoa es un destino turístico internacional. “Es lo mínimo que debería garantizarse”, dice Rubén.
Seis años después de abrir al público, el Museo de la Tatacoa sigue creciendo con el mismo espíritu con el que empezó, dos hermanos, un desierto que no es desierto y millones de historias enterradas que, gracias a ellos, están saliendo a la luz. Y ahora, una tortuga de 13 millones de años que lleva un nombre inesperado, pero que nació justo aquí, en la tierra donde ellos aprendieron a mirar el suelo como quien lee un mapa antiguo.
