Por: Fredy Ernesto Tovar Montenegro
Opinión
El CNE acaba de descubrir algo extraordinario y es que la campaña de Gustavo Petro, que no tiene aportes ilegales, ni maletas misteriosas, ni donantes extranjeros con acento brasileño, sí habría violado los topes electorales. Un hallazgo tan sorprendente que debería ir directo a la NASA o quizás a Sábados Felices.
El anuncio lo hizo el presidente del CNE, Álvaro Hernán Prada, quien logró lo que nadie en la historia había logrado, convertir una discusión contable en un escándalo nacional. Eso sí, sin pruebas de dineros ilícitos. Ni una sola, Prada, recordemos, carga con un pequeño detalle biográfico, un proceso penal en trámite por el caso de la presunta manipulación de testigos vinculada al expresidente Álvaro Uribe. No está condenado, pero el expediente sigue ahí, vivo, esperando una decisión.
Mientras la lupa del CNE detecta al milímetro si un afiche de Petro debe imputarse a un gasto reportado, los mismos consejeros parecen sufrir un extraño tipo de miopía selectiva en otros casos como el del expresidente Santos, donde hubo ingreso de dinero de Odebrecht para piezas publicitarias, hecho que reconoció su gerente Roberto Prieto y está documentado en expedientes judiciales. Pero la conclusión que busca el CNE es patética, han pasado diez años y, por lo visto, todavía están analizando.
Similar ha pasado con el caso del expresidente Duque, donde a pesar de las interceptaciones legales que mostraron a José Guillermo el “Ñeñe” Hernández hablando de compra de votos, y a pesar de que hubo investigación real, la conclusión del CNE es que no han encontrado mérito alguno para tomar decisiones.
En esos episodios de financiación irregular, el CNE mostró la serenidad de un hippie, pero frente a Petro, cuya campaña no tiene un solo peso ilegal comprobado, el organismo despertó con energía extraordinaria para sancionar. Y aunque la justicia a veces es lenta, aquí es selectivamente exprés.
El CNE se comporta con un evidente sesgo, con tinte político. Para ciertos campañas, los topes son irrelevantes . Para otros, pecado mortal.
La ironía es que la supuesta irregularidad en la campaña de Petro no tiene que ver con corrupción, sino con contabilidad. No con dineros ilegales, sino con interpretación normativa. Es la primera vez que en Colombia se arma un escándalo porque no hubo delito.
El problema no es la multa. Esa puede caer en revisión, como han caído otras decisiones armadas más con ganas que con pruebas. El problema es lo que revela el arbitraje del CNE, que sanciona mirando el color del partido político amonestado, que marca faltas donde no las hay y que deja pasar ilegalidades con la conveniencia a favor de sus copartidarios.
Un detalle que no conviene pasar por alto, esta multa no cae del cielo. Llega justo cuando el Pacto Histórico lleva meses tratando de hacer lo que cualquier fuerza política normal hace sin drama, formalizarse como partido, obtener personería jurídica, acceder a financiación estatal y competir en igualdad de condiciones.
Pero cada trámite, cada requisito, cada paso ha sido convertido en un viacrucis administrativo con estaciones adicionales inventadas sobre la marcha.
Ahora, la sanción contra la campaña Petro Presidente encaja perfectamente en ese rompecabezas de obstáculos. No es una decisión aislada, sino un eslabón más en la cadena de “casualidades” que, sorprendentemente, siempre termina estrangulando al mismo sector político.
Así que sí, técnicamente esto es una multa por topes. Pero en el lenguaje cifrado del poder, parece más un palo en la rueda porque cuando el árbitro se comporta como hincha, lo que está en juego ya no es la campaña de un candidato, sino la salud misma de la democracia.
