Por: Luís Augusto Cuenca Polanía
Opinión
El Huila volvió a sentir este fin de semana una sensación que creíamos superada: la zozobra.
En Tesalia y La Plata, actos terroristas atribuidos a las disidencias de las FARC nos devolvieron imágenes que deberían ser parte del pasado y no del presente. Y lo hicieron con una crudeza que duele y con un descaro que indigna: desfiles armados, amenazas abiertas y asesinatos a miembros de la fuerza pública.
Los huilenses recordamos bien estas escenas. Crecimos viviendo historias de tomas guerrilleras, de secuestros en carreteras, de aterrizajes clandestinos en plena vía nacional. Creímos —con razón— que esa etapa había quedado atrás, gracias al sacrificio inmenso de tantos hombres y mujeres de la fuerza pública.
Pero hoy, la “paz total” del gobierno Petro nos está devolviendo al miedo que juramos no repetir.
Mientras se levantan órdenes de captura, se suspenden operativos y se abren espacios políticos a criminales reincidentes, en el Huila lo que se fortalecen son las armas, los retenes ilegales, la extorsión y la intimidación.
Lo más paradójico —y doloroso— es que estos hechos se registran justamente cuando el presidente Petro visitaba, a pocos kilómetros, nuestro departamento.
Mientras desde los micrófonos se hablaba de paz, aquí mismo volvía a rugir la guerra.
Mientras se prometen transformaciones, el Huila sigue descuidado en inversión, en infraestructura y ahora también en seguridad.
No podemos normalizar esto. El Huila no puede volver a la época de los secuestros, las pescas milagrosas, el terror en los caminos y el silencio impuesto por la violencia. Esa historia fue demasiado dura como para permitir, pasivamente, que se repita.
Como huilense, rechazo categóricamente estos hechos. Y lo hago no desde la rabia, sino desde la convicción profunda de que la seguridad no es un capricho ni un discurso: es la condición mínima para que la gente pueda trabajar, estudiar, emprender, circular… vivir.
Sin seguridad, no hay inversión.
Sin seguridad, no hay desarrollo.
Sin seguridad, no hay futuro posible.
Por eso, el llamado hoy es claro: exigir respeto por la fuerza pública, respaldo institucional real y una estrategia de seguridad que enfrente a quienes delinquen, no que los premie.
El Huila merece vivir sin miedo.
Merece avanzar, no retroceder.
Merece un Estado presente, no un Estado ausente.
El pasado no puede volver.
No lo permitamos.
@Tutocuenca
