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El respeto: La llave de nuestra convivencia

Por: Jorge García Quiroga

Opinión

Hay palabras que usamos tanto que parecen perder su fuerza, aunque en realidad sostienen nuestra vida en común. Una de ellas es respeto. La escuchamos en la escuela, en los hogares y en los discursos públicos. Pero, ¿qué significa realmente? ¿Por qué esta palabra sigue siendo fundamental para nuestra convivencia diaria?

La etimología nos da una pista: respeto viene del latín respectus, que significa “volver la mirada”. Es un recordatorio de que antes de actuar debemos considerar al otro, reconocerlo y darle el lugar que merece. Respetar es, entonces, más que tolerar: es reconocer la dignidad que todos compartimos.

En la vida local, el respeto se hace visible en gestos pequeños que muchas veces pasan inadvertidos. En nuestras veredas y barrios del Huila, respetar es saludar al vecino al cruzarlo en el camino, dar la palabra y cumplirla, escuchar con calma al adulto mayor o valorar el esfuerzo de quienes organizan las fiestas comunitarias. Son actos que, aunque sencillos, sostienen el tejido social y generan confianza, ese capital invisible sin el cual ninguna comunidad puede sostenerse.

Cuando falta el respeto, en cambio, surgen grietas difíciles de cerrar. En la política, cuando se recurre al insulto en lugar del argumento, se debilita la credibilidad de quienes dirigen. En la familia, cuando se grita en vez de dialogar, se dejan huellas emocionales que marcan generaciones. En la escuela, cuando se ridiculiza a un estudiante, se apaga la chispa de su curiosidad. El irrespeto, en cualquiera de sus formas, fragmenta lo que debería unirnos.

La Constitución de 1991 lo expresa de manera contundente: la dignidad humana es el fundamento del Estado colombiano (artículo 1). Por eso, el respeto no es solo un valor moral, sino también un principio jurídico que nos protege a todos. El filósofo Immanuel Kant afirmaba que respetar significa tratar al otro como un fin en sí mismo, nunca como un simple medio. Y en nuestra América Latina, Paulo Freire insistía en que toda educación comienza con el respeto entre maestro y estudiante.

Más allá de la teoría, el respeto es una herramienta práctica para convivir mejor. En un municipio colombiano, respetar significa escuchar a la comunidad antes de tomar decisiones, reconocer que nuestras tradiciones culturales son un patrimonio colectivo y aceptar que pensar distinto no es una amenaza, sino una oportunidad para crecer.

El respeto no exige grandes discursos ni leyes complicadas. Se cultiva en lo cotidiano: al agradecer, al cumplir una promesa, al reconocer el esfuerzo del otro. Cuando elegimos respetar, elegimos fortalecer la confianza, la solidaridad y la vida en comunidad.

Respetar, en últimas, es un acto de humanidad. Es aceptar que cada persona, desde el vecino hasta el compañero de trabajo, merece la misma consideración que pedimos para nosotros. Y es, también, la llave que abre la posibilidad de convivir mejor y construir un futuro compartido, donde la armonía sea fruto de nuestras acciones diarias.

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