Por: Pedro Javier Jiménez
Opinión
La falta de autoridad en Neiva es bárbara. Aquí, literalmente, nos están matando y robando a plena luz del día. Las estrategias de seguridad, hasta ahora, solo funcionan en el papel. Según los indicadores oficiales todo parece mejorar, pero en la calle la percepción es otra: miedo al caminar, miedo al salir, miedo a vivir en la ciudad que debería ser nuestro hogar.
Las noticias de la última semana son la prueba más cruda: un joven de 18 años fue asesinado en el barrio José Eustasio Rivera en otro hecho de sicariato; durante la celebración del Amor y la Amistad, dos personas más fueron asesinadas en distintos puntos de la ciudad, elevando a 61 los homicidios en lo corrido del año; y en el oriente, en la comuna Siete, se registraron dos ataques armados en menos de 24 horas que dejaron un muerto y un herido grave. Incluso en el barrio Alberto Galindo, la comunidad reportó el hallazgo de dos cuerpos cerca de un colegio. Hechos que, sumados, dibujan un cuadro alarmante: Neiva vive hoy bajo una ola de violencia que no respeta hora ni lugar.
Quien dice dirigir esta ciudad permanece en silencio, mostrándose como experto en tapar huecos, mientras su secretario de Gobierno —un funcionario de vieja data— no pasa del toque de queda para menores y la fanfarria por la llegada de unos cuantos efectivos más. Los neivanos debemos exigir: se nos cobra una sobretasa para seguridad y no vemos resultados ni inversiones claras. No hay aplicaciones tecnológicas que aumenten la capacidad de reacción de los uniformados, ni llegaron los famosos recursos para las cámaras: esos 24 mil millones que celebraron con bombos y portadas pagas en los medios regionales. Nadie asume el costo político de semejante engaño y el alcalde de turno se resigna a inaugurar calles con el gobernador para no quedar como “Casa-Agua”, sino como “Casa de reparcheo”.
El daño hecho por el llamado Gobierno del Cambio también pesa: por la falta de inversión, Pero el campeón es el capitán del equipo local que tiene escasez de creatividad, ausencia de visión y, sobre todo, inmensa improvisación, que han sumergido a Neiva en un sistema itinerante de atraso. Pasamos de esperar soluciones estructurales a resignarnos con la caricatura de gestión que hoy padecemos.
El panel de opinión de Cifras y Conceptos dejó a la administración en un “honroso” puesto 11. La verdad, Neiva debería ni figurar, salvo para competirle a Quibdó como una de las capitales más atrasadas del país. Estamos a años luz de ciudades intermedias como Ibagué, Armenia, Pereira o Manizales, no solo en seguridad y ornato, sino en algo mucho más grave: visión de futuro.
en qué nivel acabaremos el 31 de diciembre de 2027? Porque si seguimos a este ritmo de retroceso, el lugar de Neiva no será no 12 ni 13 en los IDC y cualquier Ranking será una conversación de pasado extrañando algún buen alcalde que hasta la fecha no hemos podido extrañar.
