Por: Fredy Ernesto Tovar Montenegro
Opinión
Los dos actos del Gobierno Trump, por un lado, la descertificación a Colombia y por otro la derogatoria de la visa a Petro, son señales axiomáticas de una política antidrogas norteamericana fallida y obsoleta, que elige sancionar a quienes en un dialogo de iguales, de pares, de jefes de Estado, evidencian y critican la caducidad de dicha política, pues no logra resultados concluyentes, el fin se diluyó en el medio.
Trump y Washington reinciden en políticas violentas, sustentadas en discursos sobre ilegalidad, mano dura y doble rasero en la “guerra contra las drogas”
Hay que decirlo sin tapujos, la oferta hace parte del problema, pero no es el problema. El consumo y el mercado, son la cara oculta que el gobierno norteamericano quiere mantener sin relevancia. Hoy Estados Unidos es el que pone las narices que se consumen mas del 25% de la cocaína en el mundo, sin embargo, su política se ha focalizado en los países productores, fumigación, erradicación de cultivos bajo presión, acciones militares, cooperación condicionada, asesinatos, lucha contra el supuesto delincuente campesino productor y el supuesto delincuente transportador (hombres y mujeres que pierden su libertad y hasta su vida, por coronar un cargamento y salir de la pobreza), mientras el consumo y el verdadero negocio, el vendedor final y el jefe narco, están en EEUU. La demanda es el vector real que sostiene el negocio criminal.
Certificar o desertificar, es un acto arrogante de dominación y subyugación de parte de EEUU frente a Colombia. Con Claridad lo dijo Petro en la ONU, ¿frente a qué democracia y frente a que diplomacia planetaria, tiene potestad un Estado para aprobar o desaprobar a otro?
“Castigar” a Colombia y a Petro por proponer alternativas innovadoras y efectivas, es el acto de hipocresía, que socaba la credibilidad de la política antidrogas oficial.
Por su parte, Petro ha realizado el mayor acto de dignidad y denuncia, que jamás un gobernante colombiano haya asumido en la historia. El eco de las voces planetarias que se suman a las denuncias de nuestro presidente, lo tienen hoy como un líder político que desborda los límites geográficos de su nación.
Las palabras de Petro ponen sobre la mesa, de forma tácita, el debate sobre la legalización y regulación de sustancias, que lejos de ser un disparate ideológico, es quizás el camino que en tiempos pasados han tomado las naciones para resolver situaciones similares con el alcohol, el tabaco, y recientemente la marihuana. Este es el camino que lograría desactivar la economía ilegal motor de la violencia, la corrupción y el desgaste institucional. Regular el negocio de la cocaína imponiendo controles, calidad, impuestos y procesos de producción legales, debe leerse no como permisividad irresponsable sin no como la única manera efectiva de quitarle la esencia del negocio a las mafias, protegiendo así las poblaciones vulnerables.
Las respuestas de la administración Trump develan una fuerte dosis reactiva, optando por mantener el statu quo proclive a intereses “non sanctus”. Las cosas así, la demanda de cocaína, generada en EEUU, la pagan los países productores que aportan vidas y resisten en sus territorios el escenario de la “guerra frontal contra las drogas”. Si la Casa Blanca de Trump sostiene el discurso punitivo, los posibles efectos a futuro son impredecibles; la tal cooperación se verá resquebrajada, mayor aislamiento diplomático y deslegitimación de alternativas de resolución estructural.
De otro lado, la sumatoria global hacia las posturas y denuncias de Petro es considerable, sus palabras han encontrado replicadores en distintos escenarios políticos del mundo, especialmente en foros internacionales, en gobiernos progresistas y en sendos sectores de la sociedad civil que al unísono están exigiendo resultados mas evidentes, derechos humanos y pragmatismo.
Incluso al margen del tema de las drogas, el llamado que hizo Petro a la desobediencia en una plaza pública de New York, invitando desde la ética, a parar el genocidio contra el pueblo Palestino, ha tenido muchísimo eco en escenarios donde la diplomacia tradicional perdió autoridad moral.
El camino para enviar al pasado las sanciones, los refritos discursos punitivos, los asesinatos y los grandes capos del narcotráfico, es la eliminación de la primera letra de la palabra “Ilegalización”.
