Por: Jorge García Quiroga
Opinión
Colombia realizó sus segundas elecciones de los Consejos Municipales y Locales de Juventud, un ejercicio pensado para que los jóvenes participen activamente en las decisiones que influyen en su territorio. El país celebró que 1.500.444 jóvenes entre los 14 y 28 años acudieran a las urnas y, además, que los votos nulos se redujeran de un 23,11 % en 2021 a solo el 1,98 % en esta ocasión, gracias a una tarjeta electoral más clara y a una mejor pedagogía del proceso. Son avances importantes que demuestran que, cuando se brinda información adecuada y mecanismos accesibles, la participación mejora de manera significativa.
No obstante, los desafíos siguen siendo grandes. De los 11.702.436 jóvenes habilitados para votar, solo 1.478.914 lo hicieron, lo que representa una participación del 12,63 % y una abstención del 87,37 %. Esto significa que casi nueve de cada diez jóvenes no votaron. Más que una señal de desinterés, esta realidad invita a seguir fortaleciendo los canales de participación y a continuar construyendo puentes entre las instituciones y las nuevas generaciones.
La experiencia internacional muestra que sí es posible consolidar una cultura juvenil de participación. En Dinamarca, por ejemplo, los “youth councils” existen desde hace décadas y están integrados a los procesos municipales, con capacidad de incidir en decisiones locales y acompañar la formulación de políticas públicas. Por eso, más del 80 % de los jóvenes participa en elecciones generales y ve estos escenarios como espacios reales para aportar.
En Ucrania, incluso en medio de situaciones complejas, se fortalecieron consejos juveniles locales para involucrar a los jóvenes en procesos comunitarios. Y en los Balcanes, proyectos apoyados por Naciones Unidas demostraron que, cuando los jóvenes cuentan con acompañamiento, claridad de funciones y apoyo institucional, la participación crece de manera sostenida.
Estas experiencias dejan una lección valiosa: la participación juvenil se construye con confianza, acompañamiento y resultados visibles. En Colombia, los CMJ tienen ahora la oportunidad de consolidarse como un espacio de trabajo conjunto entre jóvenes, partidos políticos, organizaciones sociales y autoridades locales, todos remando hacia el mismo propósito: ampliar la participación y fortalecer la democracia desde los territorios.
El reto que viene es lograr que los Consejos incorporen en sus agendas temas que realmente conecten con la juventud, empleo, educación, salud mental, cultura, ambiente y oportunidades, y que mantengan un diálogo respetuoso y permanente con las administraciones municipales. Cuando los jóvenes sientan que estos espacios sirven para construir y proponer, la participación crecerá naturalmente, sin imposiciones.
Colombia ya sembró la estructura. Ahora es momento de seguir sembrando confianza. Si fortalecemos el trabajo articulado, si promovemos el respeto por la diversidad de visiones y si demostramos que la participación sí transforma, el próximo proceso electoral juvenil no será un trámite institucional, sino una cita abierta con la motivación y la esperanza.