Por Ana María Rincón Herrera
Opinión
La reciente jornada de la consulta del Pacto Histórico deja más sombras que luces en el panorama político colombiano. Lo que pretendía ser una fiesta democrática terminó siendo un espectáculo de improvisación, manipulación y fracturas internas evidentes, que ponen en entredicho la solidez del movimiento que hoy gobierna el país.
Desde muy temprano se evidenció lo que muchos analistas anticipaban: una consulta sin reglas claras, con baja participación y un ambiente enrarecido por las divisiones entre los distintos sectores que componen el Pacto. Lo que debió ser un ejercicio de fortalecimiento democrático terminó reflejando las tensiones internas que carcomen la coalición del presidente Petro.
La participación, lejos de demostrar entusiasmo ciudadano, reflejó apatía y desconfianza. En numerosos municipios, las urnas permanecieron vacías, y en otros, los mismos líderes de base denunciaron irregularidades en el proceso: mesas sin jurados, tarjetones insuficientes, presiones de maquinaria local y el uso de recursos públicos para favorecer a ciertos aspirantes.
¿Dónde quedó entonces la transparencia y la coherencia moral que el Pacto prometía cuando criticaba a los partidos tradicionales?
La consulta, más que un ejercicio de democracia interna, terminó pareciendo un mecanismo de supervivencia política: un intento por medir fuerzas entre los distintos feudos del petrismo —los sectores cercanos a Gustavo Bolívar, el ala sindicalista, el grupo de los exFarc y la izquierda académica, que aún intenta rescatar algo de ideología frente a la vorágine populista que domina la agenda del Gobierno.
En el fondo, el mensaje que deja esta jornada es preocupante: un movimiento que llegó al poder en nombre del cambio hoy se desdibuja entre pugnas internas, clientelismo y desorganización. Lo que se prometió como una nueva forma de hacer política terminó reproduciendo los mismos vicios de siempre, solo que ahora bajo el manto del progresismo.
Mientras tanto, el país observa con escepticismo cómo el Pacto Histórico, en lugar de consolidar una propuesta de gobierno estable y transparente, se consume en luchas intestinas que debilitan su legitimidad.
La consulta no fortaleció al Pacto: lo dejó al descubierto tal como es hoy, un conglomerado de intereses contradictorios ligados solo por la retórica del poder.
En política, los espejismos no duran para siempre. Y la jornada de esta consulta dejó claro que el brillo del “cambio” ya comienza a apagarse.
