Por: Faiver Eduardo Hoyos Pérez
Opinión
Empezaré esta columna hablando sin rodeos, me opongo a que el Atlético Huila salga del departamento, más allá de que el club sea una empresa privada, ha sido durante años patrimonio social y afectivo del Huila. En días pasados, la Dimayor inhabilitó el Guillermo Plazas Alcid por alto riesgo estructural, basado en el sustento técnico proporcionado por parte de la Universidad Nacional sede Manizales, dejando a la ciudad de Neiva sin futbol profesional.
Pese a que el Atlético Huila logró clasificar a la ronda final, ya está confirmado que los partidos de los cuadrangulares en condición de local se jugarán en Ibagué, alejando al conjunto “auriverde” de sus raíces. Pero el dilema no para allí, dado que se habla de sedes alternas como Yumbo para afrontar la próxima temporada y ser la nueva casa del Atlético Huila, debido a la falta de voluntad política y liderazgos que piensen en lo colectivo por encima de lo personal.
Desde 2016, cuando se desplomó una placa de la tribuna occidental y murieron cuatro trabajadores y resultaron varios heridos, el Plazas Alcid se convirtió en un “elefante blanco”, por el que pasaron distintas administraciones municipales y departamentales prometiendo rehabilitarlo y no cumplieron.
Hoy, mientras cobra fuerza el rumor de que el Atlético Huila se va del departamento, la pelota sigue en la tribuna y las soluciones no son muy alentadoras. No hay un cronograma público, no hay interventoría palpable, no hay una fecha cierta que indique cuando se culminarán las obras, o tan siquiera, saber en qué fecha podrían iniciar.
En cuanto a la dirigencia del club, también le hablo de frente. El presidente, Maruan David, debe dar la cara en Neiva, no en redes sociales como desde un inicio estuvo acostumbrado. El grupo propietario ecuatoriano, vinculado a Independiente del Valle, sabía que las obras públicas en Colombia son lentas y litigiosas; y si no lo sabían, qué mal asesorados estaban.
Desde hace días, el nuevo embajador de la India, Maruan, se perdió de tierras opitas y ahora solo se comunica a través de la vocera del club, Carmen Sánchez, quien cada vez que sale en una rueda de prensa, deja más dudas que certeza. No tiene una respuesta clara para el futuro incierto del equipo, o quizás, aún no es el momento de dar la estocada final. Señores directivos, no sean mezquinos, la transparencia es importante y es una obligación con la gente que ha sostenido el escudo durante casi 35 años.
Porque seamos sinceros, aquí no pierde solamente el hincha, también pierden los vendedores del estadio, el hotel que llena en fechas de partido, el taxista, el canterano que sueña debutar en su tierra. Sin equipo en Neiva, se apaga un motor económico y cultural, estamos hablando de una ciudad que está dejando morir su patrimonio deportivo por negligencia política. Sin el equipo, el show del estadio pierde sentido.
En ese sentido, la amenaza de mudanza a Yumbo, Valle del Cauca, u otra ciudad, más que un chantaje, es la consecuencia lógica de pedirle a un empresario que mantenga un negocio donde no hay condiciones mínimas. ¿Quién en su sano juicio mantendría una inversión millonaria en una ciudad que no puede garantizar ni siquiera un escenario deportivo seguro?
Neiva está a punto de convertirse en la única capital departamental con tradición futbolera que perdió su equipo por incompetencia administrativa. Mientras los políticos se culpan entre sí, la afición opita ve cómo su equipo juega de visitante en su propia casa. Es necesario cambiar el rumbo con alternativas que den una solución, como por ejemplo un convenio tripartito Alcaldía–Gobernación–club, cronograma público con hitos y responsables, veeduría ciudadana, apoyo de empresas privadas, priorización de recursos y gestión con el Gobierno Nacional.
Desde este espacio espero que las soluciones lleguen pronto, porque si las autoridades no actúan con prontitud, el Atlético Huila será historia en estas tierras, ya que el tiempo se empieza a agotar. Sin equipo, ya no sería necesario el estadio y entonces podremos demoler tranquilos las ruinas que aún quedan del Plazas Alcid. Sin duda, sería el monumento perfecto para describir la mediocridad de nuestra dirigencia política, un estadio fantasma para un equipo que se fue.
