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Neiva: una ciudad sin ley

Por: Pedro Javier Jiménez

Opinión

Aquí somos una burla de sociedad, que no entiende que para avanzar se necesita civismo.

Somos el resultado de años de desatención. En Neiva, los atrasos tienen responsables claros: los alcaldes y concejales de los últimos diez años. Desde que se cayó el estadio Plazas Alcid, la ciudad no volvió a levantarse del todo. En aquel entonces, quien administraba la capital era Rodrigo Lara, y el estadio quedó como el monumento más visible a la ineficiencia. Una obra inconclusa que nos recuerda, día tras día, el costo de la improvisación y del olvido.
A propósito, que Lara Sánchez no vaya a prometer estadio si es candidato a la gobernación, seriá como uno de esos chistes del Chavo del Ocho.

La Silla Vacía señaló en su edición del 30 de diciembre de 2019, al advertir que la inseguridad fue la gran falla de la administración Lara: “La inseguridad fue el más grande reto. Lara Sánchez planteó una propuesta de zanahoria y garrote para atacar los hurtos y reducir las muertes violentas.” Hoy, ese análisis sigue vigente. Seguimos siendo una ciudad donde la autoridad se perdió, donde la inseguridad es ley y donde el liderazgo se diluye cada vez que un ciudadano decide no cumplir una norma.

El pasado viernes, el alcalde Germán Casagua Bonilla expidió un decreto buscando prevenir los desórdenes que cada 31 de octubre convierten a Neiva en un campo de anarquía. Lo que debería ser una fiesta para los niños terminó siendo, otra vez, una noche de descontrol, ruido y desobediencia. La restricción a motociclistas fue ignorada, y la autoridad, una vez más, quedó sin fuerza para hacerla respetar.

Estamos frente a un problema que va más allá de un decreto: es cultural. En Neiva nos hemos acostumbrado a desafiar la ley, a no reconocer a quien gobierna, a creer que el “todo vale” es un derecho. Pero una ciudad sin autoridad es una ciudad sin rumbo, y una ciudadanía sin respeto es una sociedad sin futuro.

Los decretos y la democracia solo sirven si la comunidad respeta a quien elige para dirigir la ciudad. No podemos exigir seguridad si no acatamos las normas. No podemos reclamar movilidad si somos parte del caos. No podemos pedir autoridad si no la reconocemos.

Es hora de recuperar el civismo. De entender que respetar las reglas no es someterse, sino construir juntos una ciudad que funcione. Neiva necesita ciudadanos responsables, solidarios y conscientes de que la ley es el límite que nos protege a todos.

La autoridad se respeta, la democracia se defiende y la ciudad se construye desde la obediencia cívica. Si seguimos desafiando a quien elegimos, el verdadero desorden no estará en las calles, sino en nuestra conciencia colectiva.