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El debate sobre salario mínimo, sensatez que desarma prejuicios

Por: Fredy Ernesto Tovar Montenegro

Opinión

Diciembre también es el mes de negociación del salario mínimo, de las mesas tensas donde se definen los incrementos al mismo, donde sindicatos, gremios y expertos argumentan riesgos y aciertos para definir el monto concluyente. Para el presente año la discusión por el salario mínimo viene cargado de una particularidad incomoda para algunos, y es que voces empresariales y expertos que históricamente han sido críticos del actual gobierno, reconocen asertividad en las decisiones de Petro en esta materia, las valoran como positivas, razonables e incluso necesarias.

Al inicio del gobierno Petro, en el año 2022, el mínimo era de $1.000.000 con un auxilio de transporte de $117.000, en tres años de gobierno, los incrementos tienen hoy al salario mínimo en $1.508.000 y un auxilio de transporte de $178.000, un aumento considerable pero claramente alineado con la inflación y con la necesidad de proteger el ingreso real de las mayorias.

Las declaraciones del ministro de trabajo, Antonio Sanguino, afirman que “el pais no puede permitir que los trabajadores pierdan poder adquisitivo cada año mientras la inflación erosiona sus ingresos” dice también: “Cada incremento ha sido concertado, técnico y pensado para equilibrar competitividad y bienestar”. Lo mas relevante es que esta aseveración tiene eco en voces de alto calibre de la oposición como Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, que recientemente sorprendió reconociendo que los impactos de los porcentajes de incremento han sido manejables: “El aumento del salario mínimo se discutió con rigor técnico y fue responsable. Contra los pronósticos mas pesimistas, el empleo no se deterioró por esa causa” afirmó al cierre del 2023. Adicionalmente afirmó algo poco reconocido en su gremio: “Proteger la capacidad de compra puede ayudar a sostener sectores de la economía que dependen del consumo interno”.

De otro lado, Jaime Alberto Cabal (FENALCO) fue más moderado, pero también consecuente: “tras el aumento, el comercio no experimentó el golpe que muchos anticipaban. La actividad se mantuvo y en algunos segmentos hubo un impulso asociado al mayor ingreso disponible”. Que Cabal – históricamente uno de los principales antagonistas de incrementos altos al S.M.- conceda esto, es per se un episodio político.

A su vez, algunos centros de estudios económicos, como Fedesarrollo, en cabeza de su director Luis Fernando Mejía, dejaron entrever afirmaciones como: “Un incremento del salario mínimo por encima de la inflación puede ser conveniente en períodos de desaceleración, pues contribuye a sostener el consumo de los hogares”.

Igualmente, Mauricio Santamaría, Presidente de la ANIF y crítico acérrimo de las políticas económicas de Petro, reconoció en un Foro de su organización: “El aumento del salario mínimo no explica la desaceleración del empleo formal. Los determinantes principales han sido las tasas de interés y la incertidumbre macroeconómica global”. A esto se suma el aporte de Gustavo Leaño, también de ANIF, quien afirmó: “Los incrementos recientes del mínimo, aunque altos, no rompieron los equilibrios macroeconómicos. Lo que más golpeó al mercado laboral fueron factores externos y no decisiones salariales internas”.

El reconocido exministro de Hacienda y académico José Antonio Ocampo, destacó que el aumento al salario en el 2023: “contribuyó a evitar una caída más profunda del consumo en un año de alta inflación y tasas restrictivas”. Hay que decir que la aceptación que tiene este intelectual en el gremio empresarial es de alto nivel.

Los últimos tres años demostraron que es posible y conveniente aumentar el ingreso real sin sacrificar empleo ni inversión. El Gobierno Petro ha acertado en un punto clave: tratar el salario mínimo como una herramienta económica para sostener la demanda, proteger a los trabajadores y reducir la desigualdad y no como una polémica ideológica.

En un país donde más del 40% de los trabajadores vive con el mínimo, negar la importancia de estos ajustes es desconocer la realidad. A veces, la sensatez aparece donde menos se espera. Y reconocerla, incluso desde orillas empresariales y técnicas de la oposición, es una obligación con la verdad económica del país.

Ojalá que el regalo de Petro para los trabajadores al inicio del año, sea superar los 2 millones de salario mínimo, un acto real de lucha frontal contra la desigualdad.

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