Por: Luis Augusto Cuenca Polanía
Opinión
La semana pasada, Pitalito celebró la entrega oficial de la nueva Escuela de Música, un escenario que no solo embellece al municipio, sino que también dignifica el talento y la tradición cultural que nos caracteriza. Es una obra que articula a la comunidad, fortalece la formación artística y demuestra que, cuando hay voluntad institucional, el progreso sí es posible.
Mi felicitación sincera a quienes hicieron esto realidad: la administración municipal, el Ministerio de Cultura y todos los gestores que insistieron hasta ver puertas abiertas. Este proyecto honra nuestras raíces y proyecta a nuestras nuevas generaciones.
Pero —y aquí va la reflexión que quiero compartir— no podemos conformarnos.
La gestión pública no es un acto aislado: es un proceso continuo de insistir, persistir y avanzar hacia obras cada vez más ambiciosas, más transformadoras y con mayor impacto regional. Una Escuela de Música es un paso significativo; pero Pitalito, y el Huila en general, necesitan dar saltos más grandes.
Las últimas semanas nos han demostrado cuánto puede movilizar la cultura, el deporte y la vida comunitaria. Después de las ferias, después del trasteo del Atlético Huila, después de tantas conversaciones que escuchamos en la calle, hay un sentimiento que se repite: nuestros municipios requieren infraestructura que esté a la altura de su gente.
La pregunta es: ¿por qué no pensar en grande?
Un estadio moderno para el sur del Huila, auditorios que alberguen grandes eventos, puentes que descongestionen la movilidad, parques de escala regional, avenidas que conecten extremos…
Todo eso es posible si hay visión, voluntad y articulación.
Ahí está el espejo de Barranquilla, una ciudad que decidió romper el esquema y apostar por obras que la posicionaron como referencia de desarrollo para América Latina. Si ellos pudieron, ¿por qué nosotros no?
El Huila necesita hacer lo mismo: pensar en grande, unirnos y exigir obras que transformen nuestro territorio. Se trata de planear, gestionar y presionar como sociedad, para que se hagan realidad.
Las conversaciones deben convertirse en acción. Los sueños, en proyectos. Y la emoción que despiertan nuestras obras culturales debe traducirse en una visión estratégica que vaya más allá de lo inmediato.
Como laboyanos, como huilenses, debemos ser capaces de lograr un acuerdo sobre lo fundamental:
el desarrollo. Porque nuestro departamento tiene potencial, tiene talento, identidad y oportunidades.
Lo que falta —y está en nuestras manos construir— es la determinación de creer en grandes obras que generen empleo, atraigan personas, dinamicen la economía y nos conecten con el futuro que merecemos.
@tutocuenca
