Por:Jorge García Quiroga
Opinión
Colombia ya conoce el camino que recorrerá en el Mundial de 2026, y desde ese instante el país entero empezó a respirar distinto. Es como si la noticia hubiera despertado algo que estaba dormido: una ilusión que nos acompaña en los buses, en las oficinas, en los grupos de WhatsApp y hasta en las conversaciones casuales en la tienda. El Mundial todavía no empieza, pero Colombia ya lo siente.
La Selección debutará el 17 de junio en el legendario Estadio Azteca, en Ciudad de México. Un templo del fútbol que ha visto campeones, goles para la historia y celebraciones inolvidables. Allí, ante Uzbekistán, volveremos a escuchar el grito de aliento de miles de colombianos que viajarán, viven allí o simplemente no se perderían por nada del mundo ese partido. El Azteca tiene magia, y ahora también tendrá el amarillo de la Tricolor.
El segundo partido será el 23 de junio en Guadalajara, una ciudad cálida, cercana y futbolera. El Estadio Akron será testigo de un duelo contra el seleccionado que llegue del repechaje. Sonará el himno, ondeará la bandera, y Colombia volverá a sentir ese orgullo que tanto nos une. México siempre ha recibido bien al hincha latino, y esa complicidad se reflejará en la tribuna.
El cierre de la fase de grupos será el 27 de junio en Miami, enfrentando a Portugal en el Hard Rock Stadium. Un escenario vibrante en una ciudad que se siente como jugar en casa, con miles de colombianos que llenarán las calles, los restaurantes y, por supuesto, el estadio. Ese día, Miami será amarilla.
Este recorrido por México y Estados Unidos no es solo un itinerario deportivo. Es un mapa emocional que despierta recuerdos, ilusiones y ganas de viajar. Apenas se conocieron las sedes, las aerolíneas ajustaron tarifas, los hoteles comenzaron a llenarse y los buscadores de viajes se desbordaron. La economía reaccionó a la par de la emoción. Porque así es el fútbol: mueve sentimientos, pero también mueve mercados.
Muchos colombianos ya están organizando viajes familiares, revisando presupuestos, llamando a primos o amigos en Estados Unidos, preguntando por hospedaje o esperando que salgan más opciones de paquetes. Ver a la Selección en un Mundial es un sueño que se vive solo unas cuantas veces en la vida, y para muchos es un esfuerzo que vale cada peso.
Pero más allá del movimiento económico, hay una razón más humana detrás de todo esto. El fútbol tiene la capacidad de unir al país en medio de cualquier realidad. Cuando juega Colombia, las diferencias parecen menos pesadas. El gol se celebra igual en Bogotá, Neiva, Medellín, Tumaco o Nueva York. La Selección se convierte en un espacio de encuentro, en una excusa para celebrar, en un motivo para volver a creer.
En cada casa, en cada pantalla y en cada tribuna, el Mundial despierta lo mejor del hincha colombiano: la pasión, la esperanza, la alegría. Por eso, aunque el torneo no haya comenzado, Colombia ya vibra. Las sedes están definidas, la ruta está clara y el país está listo para vivir otra historia que nos hará latir al mismo ritmo.
