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El espejo es Venezuela

Por: Pedro Javier Jiménez

Amigo lector, ¿qué tal ha sido su semana? ¿Cuánta indignación ha generado la llamada “democracia” venezolana? ¿Cuánto horror siente usted al presenciar los abusos de un régimen que, por casi 25 años, ha encabezado la despiadada destrucción de los valores democráticos, y cuyos resultados en materias económicas y sociales han condenado a su pueblo a los más altos niveles de inequidad y pobreza? Venezuela, una sociedad que en el pasado lideró el desarrollo de América Latina, ha sido devastada por la tiranía de Nicolás Maduro.

No sé si ustedes han oído hablar de la teoría del espejo de Charles Horton Cooley, psicólogo estadounidense, quien afirmaba que la autoimagen de una persona proviene de la creencia de cómo la ven los demás.

Propongo aplicar esta teoría para analizar cómo el caso venezolano dejó de ser un mito de riesgo para convertirse en una pesadilla que amenaza con repetirse en Colombia. Gustavo Petro, el discípulo más leal de Maduro, ha despilfarrado el dinero de una reforma tributaria, ha paralizado la inversión y está destruyendo la clase media. Dice Petro que su gobierno ha sacado a 1.6 millones de personas de la pobreza, pero solo en sus delirios. Lo que realmente se vive en las calles colombianas es hambre, inseguridad y desesperanza.

Petro asegura que la paz está cerca, aunque su desastrosa política de “Impunidad Total” está lejos de ser una solución y más bien es una traición al pueblo colombiano. Ha pisoteado la autonomía universitaria al tomarse la Universidad Nacional, y con Ecopetrol, ha detenido la exploración, obligando al país a comprar gas caro del vecino que ha sumido a su pueblo en la miseria.

Como buen discípulo de Maduro, Petro ahora sueña con una constituyente, porque su instinto autoritario no le permite consensuar reformas en el Congreso. El país navega sin rumbo, sin planeación ni agenda, y la UNGRD se ha convertido en un banco de favores políticos. Vivimos en un estado constante de riesgo, y todos, desde políticos locales hasta criminales, buscan cómo aprovecharse de los recursos públicos.

Petro, obsesionado con el exterior, se apresura a condenar los supuestos golpes a la democracia en Bolivia y Honduras, pero guarda un sospechoso silencio ante las elecciones fraudulentas en Venezuela. ¿Por qué tanta tibieza? Porque Petro comparte la misma agenda autoritaria de Maduro. Los valores democráticos que Petro predica parecen desaparecer cuando es su mentor quien los pisotea. Para él, las protestas pacíficas de los venezolanos, que claman por libertad, no cuentan como estallidos sociales porque no están acompañadas del caos y la violencia que él parece admirar tanto, esa que destruye bienes públicos y privados.

Podría seguir enumerando las traiciones de Petro a Colombia, pero mi opinión hoy es otra.

Durante décadas, Colombia ha defendido la democracia contra el terrorismo de las guerrillas y el dinero del narcotráfico. Nuestra Constitución, que defiende las libertades, fue hecha con la participación de todos los actores. Como sociedad, aprendimos a respetar los resultados de los procesos electorales en relativa paz. Pero ahora, enfrentamos el peligro de perder todo lo que hemos logrado. Es hora de prepararnos para un futuro que, bajo el mandato de Petro, se vislumbra como un tránsito de dolor económico y social. Debemos reorientar al país y buscar un estadista que represente los valores de unión y desarrollo de nuestras comunidades, que ejecute el presupuesto en obras y productividad social, y que combata sin piedad la corrupción que hoy nos devora.

Quiero recordarles a mis amigos lectores que, a la fecha, el Huila ha recibido migajas de inversión, y que nuestra clase parlamentaria está silenciada y sin protagonismo en los procesos del país, salvo la valiente voz de oposición del representante Triana.

Termino mi columna esperando que la teoría del espejo nos haga reflexionar, y que defendamos con firmeza la democracia y los valores de unión de una sociedad que necesita líderes fuertes y decididos para combatir los males históricos de la Colombia profunda.

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