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Gracias, Papa Francisco, por su luz en nuestro camino

Por : Jorge García Quiroga

Opinión

Hay personas que, con su vida y ejemplo, dejan una huella profunda en la historia. El Papa Francisco fue una de ellas. Con sencillez, sabiduría y una gran humanidad, nos enseñó que la fe no es solo oración, sino también acción, cercanía y servicio al prójimo.

Desde el primer momento en que apareció en el balcón del Vaticano, supimos que algo distinto estaba comenzando. Eligió llamarse Francisco, como el santo de los pobres y la paz. Y desde entonces, ese nombre marcó su camino: buscó siempre a los más necesitados, defendió la dignidad humana y caminó con los últimos de la sociedad.

Su liderazgo fue especialmente valioso en tiempos de crisis global. Mientras el mundo vivía guerras, divisiones, desigualdad y un profundo deterioro ambiental, el Papa Francisco levantó una voz clara y llena de esperanza. Nos recordó que, por encima de las diferencias, todos somos hermanos y que aún es posible construir un mundo más justo y solidario.

En Colombia tuvimos el privilegio de recibirlo en septiembre de 2017. Su visita fue un momento inolvidable para millones de colombianos. No llegó con aires de grandeza, sino como un peregrino de paz. Eligió movilizarse en un pequeño carro sencillo, rechazando lujos. Sonreía, saludaba con humildad, y hablaba con el corazón. Visitó a víctimas del conflicto armado, compartió con jóvenes y enfermos, y nos dejó un mensaje poderoso: dar el primer paso hacia la reconciliación. Ese gesto sencillo y profundo sigue siendo un llamado vivo para nuestro país.

Francisco habló siempre desde el corazón. Lo hizo cuando pidió cuidar del planeta con responsabilidad y amor en su encíclica Laudato Si’, donde enseñó que proteger la Tierra es también proteger a los más pobres. Lo hizo cuando nos llamó a una fraternidad sin fronteras en Fratelli Tutti, y lo hizo en cada gesto de ternura hacia los más vulnerables.

Hoy, con profunda tristeza, lamentamos su partida. Su muerte deja un vacío inmenso, pero también una herencia de amor, justicia y esperanza. Nos queda su ejemplo, su voz valiente y su mirada compasiva.

Gracias, Papa Francisco, por su humildad, por su cercanía con la gente, por recordarnos que la Iglesia debe ser una casa abierta para todos, sin juzgar ni excluir. Gracias por inspirar a creyentes y no creyentes a construir un mundo más humano.

En medio de tanta incertidumbre y dolor en el mundo, su vida fue un faro. Su legado permanece. Su luz no se apaga.

Descanse en paz, Papa Francisco. Gracias por tanto. Colombia y el mundo entero lo llevan en el corazón.

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