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Reflexiones sobre nuestra ciudad: Un llamado constructivo

Por: Faiver Eduardo Hoyos Pérez

Opinión

Cada mañana, cuando recorro las calles de Neiva, siento que estoy transitando por un libro de historias inconclusas. De algunas de esas historias se deslumbran capítulos que hablan de potencial, de esperanza, pero también de desafíos que nos repercuten como comunidad. Mi intención, por medio de esta columna, no es señalar; por el contrario, es compartir una reflexión que nace del amor por mi ciudad y del convencimiento de que entre todos podemos tejer un futuro diferente.

Varios acontecimientos me han llevado a meditar sobre nuestra realidad urbana. Algunas semanas atrás, por un árbol caído, un joven lleno de sueños perdió la vida. En días recientes, un abuelo y sus nietos se salvaron de milagro por la misma causa. Esta semana, la ciudad fue testigo de un accidente que conmocionó a los habitantes de Neiva, cuando un adulto mayor perdió la vida al ser arrollado por un camión cisterna en una de las vías más transitadas de la ciudad. Un momento triste que se transformó en una pausa reflexiva sobre cómo habitamos nuestro espacio común.

¿Qué nos dice la ciudad cuando sus semáforos parpadean como luciérnagas cansadas o, en el peor de los casos, cuando se encuentran sin funcionar? ¿Qué nos susurran los árboles que alguna vez nos dieron sombra? Creo que nos hablan de cuidado, de atención, de ese compromiso colectivo que va más allá de la responsabilidad individual.

No se trata de criticar, sino de comprender. Cada bache, cada semáforo que no funciona, cada árbol que representa un riesgo, es una oportunidad para reorganizar nuestra convivencia. Sin duda, son pequeños mensajes que nos recuerdan la importancia de la planificación, del mantenimiento y del respeto por el espacio que compartimos.

El orden es muy importante en todos los procesos, por lo tanto, imagino una Neiva donde el tránsito sea una danza armoniosa, donde los vehículos compartan el espacio con los peatones, donde cada árbol sea un guardián cuidado con amor. Esto no es un sueño inalcanzable; es una posibilidad que depende de cada uno de nosotros.

Nuestra ciudad merece ser un lugar donde la vida fluya con tranquilidad. Donde los conductores respeten las normas, no por miedo, sino por conciencia. Donde los espacios públicos sean lugares de encuentro, no de riesgo. Donde cada ciudadano se sienta corresponsable del bienestar colectivo. Para ello, la cultura ciudadana juega un papel importante y debe ser una bandera de nuestros gobernantes.

Al final, lo que construimos no son solo calles o infraestructuras, lo que verdaderamente se construye es la esperanza para la comunidad. Y esa construcción es un arte que requiere la participación de todos: autoridades, ciudadanos, cada uno desde su lugar.

Termino esta reflexión con una certeza: Neiva no es un problema, es una oportunidad. Una oportunidad de crecer juntos, de cuidarnos, de reimaginar nuestra forma de habitar la ciudad, porque la verdadera transformación no viene de la crítica, sino de la comprensión, del amor y del compromiso compartido. Nuestra ciudad nos necesita despiertos y comprometidos para recuperarla verdaderamente.

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