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Madre: la génesis del alma y el amor perenne

Por: Fredy Ernesto Tovar Montenegro

Opinión

No importa el idioma, lenguaje, lengua o dialecto, quizás la palabra más universal y vigorosa es “MAMÁ”, no hay distingo de edad, pais, condición humana o diferencia alguna, cuando la pronunciamos, nos llega una bella sensación en medio del pecho justo en el corazón. Porque ser Madres es sinónimo de origen, abrigo, albor y faro. Y en consecuencia ser hijo o hija, es reconocer una deuda perdurable de amor que no tiene cálculo y nunca falta, es inagotable.

Todos los que hemos tenido en nuestra historia la fortuna de madres presentes, tenemos muchos capítulos escritos con tinta indeleble de historias henchidas de amor, de abrazos, de ternura, de cariño y de comprensión.

Recuerdo en mi infancia muchas mañanas de esas que aparentan ser insignificantes, pero que quedan grabadas en la memoria con letra invisible. Las canciones de Claudia de Colombia, de Julio Iglesias y de Leo Dan, cantadas por la voz desafinada pero angelical de mi madre, sus pasos prohibidos cuando bailaba en las fiestas familiares, su incansable despertar en las madrugadas para acompañar mi rutina de alistarme al colegio, sus deliciosas recetas en los días especiales de cumpleaños con algunos de sus platos exitosos: “los tomates rellenos”, y quizás uno de mis días más especiales, mi cumpleaños número 7, que con el contubernio de su núcleo de amigas eternas, fue celebrado con muchos regalos, payaso incluido, torta y demás convites propios de una fiesta para niños de clase media, trabajadora y pujante. Todos esos recuerdos reposan en los álbumes familiares.

Ella mi madre, no es muy expresiva, pero su mirada, sus gestos sencillos, tiernos y valientes, me han enseñado sobre los valores, los principios y el amor, que en ningún autor, libro o enciclopedia he encontrado con tanta claridad como en ella.

Como la mía, son casi todas las madres. Milagrosas sin ser conscientes de que lo son; tienen el poder de convertir lo cotidiano en sagrado. Su amor, su comprensión, su compromiso y su cariño funcionan a cada segundo, no tienen días de descanso, y su fuerza, por ocasiones silenciosa, es infalible e indestructible. A veces y sin querer lo damos por obvio, o quizás lo olvidamos. Pero llega un momento en que la vida, con sus altibajos, con sus aciertos y sus tropiezos y especialmente con el paso del tiempo, nos obliga a mirar el inicio, hacia atrás, la génesis, pero esta vez con otros ojos, y entonces comprendemos con claridad. Entendemos todo lo que ella hizo por nosotros, todo lo que ella abandonó, a lo que ella renunció, los sueños que frustró, todo lo que se comprometió y soñó para que nuestras alas nos hicieran volar muy alto.

Hoy madre mía, como hijo tuyo y desde mi corazón quiero decirte GRACIAS. Mi gratitud total por el sinnúmero de veces que me cuidaste en silencio, por las noches sin dormir, por las palabras que calmaron mis miedos, por tus abrazos que, aunque pocos, son un tesoro sagrado que aún me acompaña cuando la incertidumbre asalta mi tranquilidad y el mundo aparece incierto. Infinita gratitud por ser la base, la raíz y el motor, las alas.

Ser madre es una tarea hecha de entrega y amor infinito. Y ser hijo es tener la bendición de haber sido amado con esa intensidad. Que nunca nos falte memoria para agradecer y mucho menos ternura para corresponder.

Madre mía hoy lo declaro con el corazón en la mano: TE AMO MADRE.

¡Feliz y amoroso día de las Madres!

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