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La soberanía se nos va… y aquí el Gobierno no se pone los pantalones

Por: Carlos Ernesto Álvarez Ospina

Opinión

En muchos rincones de Colombia hoy no manda el Estado. Mandan los bandidos. Mientras los colombianos de bien intentan sobrevivir en medio del caos, en los municipios y departamentos más golpeados por la violencia son los grupos ilegales quienes dictan la ley, imponen su orden y gobiernan con el miedo. La soberanía (ese principio fundamental que debería garantizar la autoridad del Estado sobre su territorio) parece haberse extraviado entre la indiferencia, la debilidad institucional y la falta de liderazgo.

Es inaceptable que, en pleno 2025, Colombia siga entregando a pedazos su control territorial a estructuras armadas ilegales. Y más grave aún es ver cómo la cabeza del sector defensa parece (impotente —o inhabilitada) para enfrentar esta realidad. El actual Ministro de Defensa, a pesar de su trayectoria militar, ha demostrado una desconexión alarmante con las necesidades urgentes del país. Pero quizá esto no sea solo una falla individual, sino el reflejo de un problema más profundo, la falta de respaldo desde la misma Presidencia de la República.

El presidente Gustavo Petro, como comandante en jefe de las Fuerzas Militares, ha optado por una postura ambigua, a veces incluso hostil, frente a quienes tienen la responsabilidad constitucional de proteger a los ciudadanos. Y como si fuera poco, ahora se suma un nuevo obstáculo: la falta de presupuesto para la Fuerza Pública. ¿Cómo se espera que nuestros soldados y policías defiendan el territorio si no tienen con qué operar? ¿Cómo se garantiza la paz si a quienes luchan por ella se les niega el apoyo más básico?

La soberanía no se defiende con discursos ni con retóricas ideológicas. Se defiende con autoridad, con recursos, con respaldo político y con pantalones. Lo que hoy vemos es una institucionalidad arrodillada ante el crimen, unos ciudadanos desamparados y un Estado que, lejos de hacer presencia, se repliega y calla.

Es hora de despertar. La soberanía no puede seguir siendo negociada ni abandonada. Colombia necesita líderes que asuman con firmeza su deber de proteger al país, sin miedo y sin excusas. Porque cuando el Estado se retira, el crimen avanza. Y cuando el crimen avanza, todos perdemos.

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