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Obesidad: una enfermedad que se puede revertir

Por: Jorge García Quiroga

Opinión

Yo viví la obesidad. No me lo contaron. Sé lo que pasa por la mente y el cuerpo de una persona con sobrepeso: el cansancio constante, la culpa después de comer, la ropa que ya no queda, el miedo al rechazo, la frustración de intentar y fallar. También sé que se puede cambiar. No es fácil, pero es posible. Y comienza con una decisión. Esa experiencia personal me motivó a entender más profundamente esta condición y a compartir lo que aprendí desde distintas áreas del conocimiento.

La obesidad no es solo un tema de imagen. Es una enfermedad crónica, progresiva y, en muchos casos, silenciosa. De acuerdo con el World Obesity Atlas 2025, el 26 % de los adultos colombianos sufre obesidad, y un 64 % presenta un índice de masa corporal (IMC) elevado. Estas cifras muestran que más de la mitad de los adultos del país tienen un peso que representa un riesgo para su salud.

En el mundo, la situación es aún más crítica. Países como Samoa Americana tienen una tasa de obesidad del 75,9 %, según el Global Obesity Observatory. Esta epidemia afecta a países ricos y pobres por igual, y va en aumento.

Desde la medicina, se ha demostrado que la obesidad está relacionada con enfermedades como diabetes tipo 2, hipertensión, problemas cardiovasculares, apnea del sueño e incluso algunos tipos de cáncer. Pero no todo está en el cuerpo: la psicología muestra que muchas veces la obesidad se asocia con ansiedad, depresión, estrés o traumas no resueltos. Comer se convierte en un refugio emocional.

El entorno también influye. La sociología habla de “ambientes obesogénicos”: ciudades sin espacios para moverse, trabajos sedentarios, comida rápida accesible en todas partes y hábitos familiares poco saludables. Es un problema estructural. Sin embargo, en este contexto, tomar decisiones saludables se convierte en un acto de resistencia y autocuidado.

En lo económico, la obesidad genera un fuerte impacto. La OCDE estima que los países gastan entre el 3 % y el 8 % de su Producto Interno Bruto (PIB) en enfermedades relacionadas con el sobrepeso. Esto incluye no solo gastos médicos, sino también reducción de la productividad laboral, ausentismo y menor calidad de vida.

Es importante decirlo con claridad: revertir la obesidad es posible sin necesidad de cirugía. Aunque la ciencia reconoce que en algunos casos extremos las intervenciones quirúrgicas son necesarias y efectivas, muchos procesos de pérdida de peso sostenibles se logran con cambios en los hábitos de vida. No se trata de alterar el cuerpo de forma drástica, sino de reeducarlo: aprender a comer, a moverse, a descansar y a gestionar las emociones. El cuerpo responde cuando se le cuida con constancia.

Afortunadamente, hay esperanza. La neurociencia ha demostrado que el cerebro tiene plasticidad, es decir, la capacidad de cambiar. Con disciplina, acompañamiento y un entorno favorable, las personas pueden modificar sus hábitos alimenticios, incorporar el ejercicio de forma regular y mejorar su bienestar físico y mental.

Superar la obesidad no se trata de seguir una dieta de moda ni de hacer ejercicio extremo. Se trata de un proceso integral, que incluye una alimentación consciente, actividad física adaptada, descanso adecuado, apoyo emocional y, sobre todo, una decisión firme de cuidar el cuerpo y la mente.

No hay soluciones mágicas. Pero sí hay caminos. La obesidad se puede prevenir y también se puede revertir. Se necesita voluntad, información clara, apoyo profesional y una red de acompañamiento. Yo lo viví, y por eso sé que vale la pena luchar por una vida más sana, más libre y más plena.

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