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Un país que regresa a la soberanía del miedo

Por: Carlos Ernesto Álvarez Ospina

Opinión

Colombia está de luto, pero no es un luto cualquiera. Es el luto que se siente cuando un país retrocede décadas y regresa a la época del miedo, suspenso y terror,, a esos días oscuros en los que pensar diferente era pecado y se pagaba incluso con la vida. La muerte de Miguel Uribe no es solo la pérdida de un ser humano; es la señal inequívoca de que la intolerancia ha vuelto a cruzar la línea más cruel, la del asesinato como argumento.

En otro tiempo, la izquierda, la derecha y el centro podían pensar distinto y debatir sin que ello costara la vida. La izquierda misma pensó diferente durante años y, aunque sufrió persecución, jamás se había visto en mucho tiempo un crimen tan simbólico y tan doloroso como este. Pero hoy, para nuestra vergüenza, el mismo Estado que debe protegernos termina siendo cómplice de la barbarie, por acción, por omisión o por su silencio.

Aún más repugnante resulta recordar a todos aquellos que, con frialdad de pecho y corazón, se atrevieron a decir que el atentado contra Miguel era una mentira, un montaje, una puesta en escena. ¿Qué clase de seres humanos pueden reducir una amenaza de muerte a un simple juego político? Hoy, frente a su asesinato, esas voces deberían callar por vergüenza, aunque sospecho que su insensibilidad ya no les deja espacio para la decencia. Y sí, este crimen también nos obliga a abrir un debate urgente sobre la justicia.

No podemos seguir en un país donde, para unas cosas, los jóvenes son tratados como niños indefensos y, para otras, actúan con la malicia, la sevicia y la frialdad de un adulto criminal. Si un joven tiene la capacidad de planear, ejecutar y quitarle la vida a otro ser humano, también debe tener la capacidad de responder ante la justicia como un adulto. La sociedad no puede seguir criando asesinos con la certeza de que las leyes los protegerán más que a sus víctimas.

La muerte de Miguel Uribe no debe quedar como un dato en las estadísticas, ni como una indignación pasajera en redes sociales. Debe convertirse en un punto de quiebre. Porque un país donde pensar distinto mata, es un país que ha renunciado a ser libre. Y si permitimos que eso ocurra, la muerte de Miguel no será la última, sino apenas el principio de una nueva era de intolerancia y miedo.

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