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El costo de vida: un desafío silencioso que transforma el empleo en Colombia

Por: Edwin Renier Valencia Rodríguez

Opinión

El World Economic Forum (WEF) ha señalado que el aumento del costo de vida es la segunda tendencia más transformadora del mercado laboral a nivel global. No se trata únicamente de una cifra macroeconómica: este fenómeno está impactando directamente la forma en que trabajamos, consumimos y proyectamos nuestro futuro. Y en Colombia, donde la inflación, la informalidad y la desigualdad marcan la cotidianidad, el impacto es aún más evidente.

Una presión que toca el bolsillo de todos
Durante los últimos años, el costo de la canasta básica en Colombia ha experimentado incrementos sostenidos, especialmente en alimentos, transporte y servicios públicos. Según el DANE, en 2024 la inflación anualizada se ubicó en 7,4 %, afectando con mayor fuerza a los hogares de ingresos bajos, quienes destinan hasta el 35 % de su presupuesto a alimentación.

Este encarecimiento obliga a trabajadores y familias a replantear sus hábitos de consumo y, al mismo tiempo, presiona a las empresas a ajustar salarios, beneficios y modelos de contratación.

El efecto en las empresas y el empleo

El WEF advierte que el aumento del costo de vida obliga a los empleadores a replantear sus estrategias. En Colombia ya se observa:

Más compañías adoptan esquemas de teletrabajo o trabajo híbrido para reducir gastos de transporte de sus empleados.

Sectores como comercio y servicios recurren a contratos flexibles y trabajo por horas, buscando contener costos.

Empresas medianas y grandes fortalecen sus planes de bienestar y retención, entendiendo que la fuga de talento por mejores condiciones se ha vuelto más frecuente.

El reto está en equilibrar productividad con calidad de vida, sin que los ajustes se conviertan en precarización laboral. Para muchos empleados, el aumento del costo de vida significa que el salario alcanza menos cada mes. Esto genera tres fenómenos claros:

Búsqueda de ingresos adicionales a través de la economía digital, emprendimientos o empleos secundarios.

Mayor rotación laboral en busca de mejores condiciones, lo que eleva los costos de contratación para las empresas.

Migración de talento joven al exterior, fenómeno que impacta especialmente a profesionales del sector tecnológico y de salud.

La discusión no puede quedarse en la queja. Colombia necesita una agenda integral para enfrentar esta tendencia:

Política pública: revisar los mecanismos de indexación salarial, controlar la inflación con medidas efectivas y promover incentivos para sectores que garanticen empleos de calidad.

Empresas: invertir en productividad, digitalización y capacitación, en lugar de competir solo por salarios bajos.

Educación y formación: preparar a los trabajadores para sectores emergentes (tecnología, energías renovables, agroindustria moderna) que ofrezcan mejores ingresos.

Sociedad civil: fomentar el consumo responsable, la educación financiera y el fortalecimiento del ahorro como defensa frente a la incertidumbre económica.

Aunque el aumento del costo de vida parece un obstáculo, también puede convertirse en una oportunidad para transformar el modelo laboral colombiano. Si se actúa de manera conjunta entre Estado, empresas y trabajadores, esta tendencia global puede ser el impulso para construir una economía más justa, innovadora y resiliente.

En últimas, el verdadero desafío no es cuánto suben los precios, sino cómo respondemos como país para que el trabajo siga siendo un camino de dignidad y progreso.

¿Qué opinas? #uncaféconvalencia

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