Por: Faiver Eduardo Hoyos Pérez Abogado
Opinión
En días como hoy, recuerdo con nostalgia aquel 2008, cuando Neiva fue epicentro de un Mundial Juvenil de Natación con Aletas; un momento que nos llenó de orgullo y esperanza de que el deporte en nuestra ciudad iba por buen camino. Aquella competencia nos puso en el radar del deporte internacional, al traer diferentes países potencias en el deporte. Hoy, ese mismo escenario, la Villa Olímpica, yace en absoluto abandono, convertido en un fantasma de lo que alguna vez fue un templo del deporte y con sus puertas cerradas para el uso del público.
Recientemente visité este complejo, y debo reconocer que al caminar por sus instalaciones sentí transitar entre la tristeza y la indignación. Algunas baldosas rotas, baños inhabilitados, un cuarto de máquinas que parece más una escena de película de terror que un espacio deportivo; son algunos de los detalles que se perciben a simple vista. Las piscinas que alguna vez fueron testigo de días de gloria, hoy son apenas un recuerdo de lo que significaron para generaciones de deportistas.
Aunque algunos se hacen los ciegos, el impacto va más allá de la infraestructura o el cemento. El tema social ha sido una de las crudas consecuencias, ya que son cientos de deportistas, adultos, jóvenes y niños que han visto truncados sus sueños, los cuales en muchos casos se han retirado del deporte, exponiéndose a diferentes problemas sociales. De igual manera, es un trago amargo para los entrenadores de natación, quienes se han visto afectados económicamente de manera directa, al haberse reducido el número de deportistas inscritos en sus clubes, debido a las precarias condiciones en las que se encuentra este recinto.
Sin embargo, lo más preocupante no es el cierre, sino la aparente normalización del abandono de este escenario; dado que la única piscina de 50 metros en Neiva, permanece intacta pero inutilizable. Los deportistas de alto rendimiento, han vivido una odisea para realizar sus entrenamientos, incluso aquellos deportistas en condición de discapacidad, han sido los más afectados. Por lo tanto, no solo es cuestión de cemento como algunos dicen, el impacto va más allá, es una barrera para la inclusión y el desarrollo deportivo.
Por su parte, la administración municipal habla de consultoría, de estudios, de inversiones, y otras promesas que no son suficientes para quienes día a día ven cómo sus oportunidades se desvanecen. Las autoridades encargadas reconocen el problema, pero las soluciones parecen estar en un horizonte lejano. Mientras tanto, los deportistas no se han quedado cruzado de brazos y han buscado alternativas, algunos en piscinas públicas, otros en piscinas alternas en convenios con espacios privados. No obstante, nada sustituye el ambiente, la infraestructura y las condiciones de la Villa Olímpica.
No se trata de señalar culpables, sino de comprender que un escenario deportivo de este calibre es mucho más que concreto y agua; es un espacio de transformación social, de construcción de sueños, de inclusión. Así como los cerca de 32 mil niños de Neiva que hoy no tienen PAE, muchos de los deportistas del Huila adolecen de una piscina que ofrezca las condiciones mínimas en procura de salud mental y mejores resultados a nivel competitivo. Por lo tanto, mi mensaje desde este espacio y como exdeportista de subacuáticas que en algún momento fui, es un llamado de atención para dejar en evidencia la urgente necesidad de recuperar un espacio que alguna vez nos hizo sentir orgullosos. Ojalá esto sea un recordatorio de que el deporte menos promesas y más acciones concretas.