Por : Andrés Calderón
Opinión
Colombia ha sido un país dominado por castas políticas que desde su independencia en 1819 se consolidaron en una serie de apellidos concentrados en dos grandes vertientes partidistas, el partido liberal y el partido conservador, dos estructuras con aparentemente posturas distintas frente al desarrollo de país, pero con grandes coincidencias en momentos en los que tuvieron que defender su statu quo, su permanencia en el poder. Y ni que hablar de los caciquismos regionales; la constitución del 91 poco logró en ese tema.
En contra de este régimen, impulsado por las masas que salieron a marchar con cacerolas apenas hace un lustro, descontentas de este sistema que ni es liberal, ni es democrático, pero si claramente corrupto y desigual, nace la figura pública de Gustavo Petro, un hombre que viene políticamente de las entrañas del conflicto armado, que perteneció a una de las primeras guerrillas negociadoras de paz y que se consagró al ejercicio de la política en contra de quienes concomitan con grupos paramilitares, narcoguerrillas en las regiones y corrupción.
Petro levantó las banderas del cambio que el pueblo pedía en campaña e ilusionó al país reivindicando los discursos de Pumarejo en los años 30, Gaitán en el 48 y Galán en el 89, hombres probos, ejemplos de nuestra Nación. Petro encarnó la idea de progresismo que el país buscaba, pero hoy, a menos de un año y medio de terminar su mandato como presidente, la idea de cambio que propuso se ha ido diluyendo, parece ser es más discurso que realidad y echarle la culpa al congreso, en su mayoría corrupto, si, no lo exime de su responsabilidad.
En lo que ha sido el desarrollo de su gobierno, con importantes aciertos, pero también muchos errores, Petro no ha logrado consolidar lo que él llamó “el Gran Acuerdo Nacional” y así lo evidencian, por ejemplo, las divisiones en el liberalismo con Gaviria a la cabeza como mayor contradictor. También hay división en el partido verde que está en proceso de escisión bajo la batuta de Claudia López, líder de los separatistas que busca la presidencia. Apenas si pudo Petro arrebatar algunos liderazgos individuales a estos y otros partidos para hacerlos parte de su burocracia, pero que de nada han servido para alinear al congreso en torno a sus reformas, en cambio, le han costado mucho políticamente sus vinculaciones.
Pero allí no terminan las dificultades o tropiezos que ha tenido el gobierno Petro, pues de las reformas que logró aprobar, la pensional que es tal vez la más importante, está a la espera de entrar en vigor a partir del mes de junio, pero con pendientes en la corte que puede declararla inconstitucional completa o parcialmente. Respecto a la tributaria, esta quedó a medias como la que le antecedieron.
El otro gran palo en la rueda al proyecto Petro ha sido la seguridad, tema al que le apostó desde el inicio de su gobierno abriendo el espacio al diálogo con las disidencias de las FARC y el ELN, con un discurso claro en el que incluso habló de sometimiento de quienes no quisieran la paz, pero que con el tiempo se diluyó, pues a hoy no ha habido acuerdos, por el contrario, ha habido la atomización de la delincuencia gracias a los incumplimientos de Duque y la caída de los precios de la coca que han desplazado el conflicto a zonas pacificadas inicialmente por el acuerdo de paz de Santos y este se ha concentrado nuevamente en las ciudades a través de acciones como la extorsión principalmente.
Seguramente los factores de este descalabro en materia de seguridad son muchos, y no todos son responsabilidad de Petro, pero en lo que a él concierne como administrador del estado, se le puede atribuir la falta de carácter con las disidencias y el ELN que jamás han demostrado intensiones serias de paz. También se le atribuye el debilitamiento de las fuerzas militares que, aunque fueron sometidas a un proceso de purga, no se les compensó con nuevos reclutamientos, con capacidad tecnológica y presupuesto (un país en guerra no puede debilitar su fuerza militar y de policía), así que bien por la compra de aviones, pero se necesita mucho más.
Y ni que hablar de la matriz energética del país que se transforma en pro de la lucha contra el cambio climático, necesario, sí, pero que no contempló jamás gradualidad del proceso, debilitando los ingresos de la nación con los que se ha podido financiar el desarrollo tecnológico que necesitamos para acabar con la dependencia.
Obviando los casos de corrupción en este gobierno de los que han hecho parte políticos afines a partidos tradicionales, obviando a los Benedetti y la mujer comodín (Sarabia), en el balance, ha habido importantes acciones en democratización del presupuesto que hoy llega a zonas donde el estado jamás llegó, e importantes iniciativas en salud, educación, ambiente, pero pocas materializaciones, no le ha ido tan bien, está en carrera contra el tiempo. Petro, intentaste cambiar 200 años de historia bipartidista, violenta y corrupta en 4 años (imposible), sin además formar estructura política o liderazgos que te sucedieran, tu ego no te dejó pensar en el largo plazo.
Un amigo me decía por estos días que, si el pueblo lo pedía, Petro debía buscar reelección. Te contesto querido amigo: No vamos a actuar a lo Bukele, el pueblo necesita más progresismo, no más Petro.