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¿Qué sociedad estamos criando en Colombia?

Por: Carlos Ernesto Álvarez Ospina

Opinión

Hoy escribo con una profunda preocupación que sé que muchos colombianos comparten, pero que pocos se atreven a decir en voz alta: ¿Qué tipo de sociedad estamos criando? ¿Qué sueños están construyendo nuestros niños y jóvenes? Tristemente, en muchos rincones del país, esos sueños ya no son ser médicos, científicos, profesores o artistas. Hoy, una parte preocupante de nuestra juventud sueña con ser narcotraficantes, mafiosos, bandidos o sicarios. Y esto no es producto del azar. Es el reflejo de una cultura que, como sociedad, hemos permitido alimentar.

No podemos negar el poder de los medios de comunicación y la televisión en la formación del imaginario colectivo. Desde hace décadas, pero con mayor fuerza en los últimos años, hemos normalizado y hasta glorificado la figura del criminal. Series, novelas y producciones nacionales parecen competir por ver quién muestra con más detalle la vida de un capo, su dinero, sus lujos, sus mujeres, su poder. Lo que antes era una herida abierta, un capítulo oscuro de nuestra historia, ahora se romantiza como entretenimiento.

Y por si fuera poco, esta glorificación de lo ilegal se ha transformado también en nuevos caminos de engaño. Hoy vemos cómo crecen figuras que se disfrazan de “brujos”, “videntes” o “sanadores”, cuando en realidad son estafadores que se aprovechan del dolor y la desesperación de la gente. Todo esto forma parte de una misma decadencia ética, de una falta de valores que se está incubando silenciosamente en los hogares colombianos.

Es momento de preguntarnos: ¿quién está educando a nuestros hijos? ¿La televisión? ¿Las redes sociales? ¿Los ídolos que ven en las pantallas? Porque si en casa no hablamos de valores, si en los colegios no se refuerza la ética, si los medios no se comprometen con una narrativa distinta, lo que estamos formando no es una generación de líderes, sino una generación desorientada, confundida y fácil presa de modelos de vida destructivos.

La verdadera transformación de Colombia no vendrá solo de políticas públicas o cambios institucionales. Vendrá desde casa. De padres presentes, de maestros comprometidos, de medios responsables. De entender que los valores no son una opción, sino una necesidad urgente. Necesitamos volver a enseñar que el trabajo honesto, el respeto, la empatía y la solidaridad son el verdadero camino al éxito. Que no todo vale. Que la vida no se mide en lujos ni en fama, sino en dignidad.

Esta es una invitación, pero también un llamado urgente. A los padres, a los educadores, a los creadores de contenido, a toda la sociedad colombiana: rescatemos los principios. Volvamos a lo esencial. Porque si seguimos así, la Colombia del futuro será el reflejo de una generación sin rumbo. Y aún estamos a tiempo de cambiar esa historia.

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