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Jaime Garzón, inolvidable

Por: Fredy Ernesto Tovar Montenegro

El pasado martes 13 de agosto se cumplieron 26 años del vil asesinato del humorista, periodista y político Jaime Garzón, quien a manos de dos sicarios pertenecientes a la banda La Terraza, lo acribillaron a balazos dando cumplimiento a la orden de callar la verdad, silenciar la palabra, amordazar la risa, matar la esperanza y perforar la inteligencia, valores y cualidades que brillaban en el espíritu de este irrepetible y excelso colombiano. Los dos sicarios fueron asesinados, evitando así dejar rastro de los actores intelectuales del magnicidio.

La orden venia de la cúpula militar de la época que actuaba en contubernio con el paramilitarismo. Años después de la muerte, aparece la primera condena y es enviado a prisión por 26 años el exdirector del DAS José Miguel Narváez, primer civil condenado. Hasta la fecha el único militar condenado por el homicidio de J.G. es el coronel del Ejército Jorge Eliecer Plazas Acevedo, quien estuvo preso, pero su caso pasó a la JEP en el año 2018.

El otro militar responsable y vinculado al proceso es el General Rito Alejo Del Rio, excomandante de la brigada número 13 del Ejército, militar condecorado posteriormente por el expresidente Uribe y a quien este llamaba gráficamente El Pacificador de Córdoba, condenado a 25 años de cárcel por el asesinato del líder chocoano Marino López.

Los que tuvimos la oportunidad de conocer a Jaime Garzón y los que lo conocieron por las pantallas, podemos afirmar que Jaime era un ser diferente, profundamente solidario, transparente, inteligente, pero especialmente luchador de las causas justas. En su desempeño profesional fue periodista, abogado, humorista, fue alcalde de Sumapaz cuando Andrés Pastrana fue alcalde de Bogotá. Jaime, con clara convicción, se definía como un hombre de izquierda.

Su creatividad desbordada nos regaló dos joyas de la televisión colombiana, Zoociedad y Noticiero Quac; dos programas aparentemente de humor, pero especialmente de denuncia y de criterio informativo. En estos espacios, creó personajes de las diferentes esferas de la sociedad colombiana. Godofredo Cínico Caspa un representante de la ultragodarria, quien desde la década del 90 denunciaba los vínculos de Uribe con el paramilitarismo y el narcotráfico.

(ver link https://youtu.be/ly2MDq22AGA?si=UvoEE-sDd_YpNJR5 )

El compañero Lenin, un estudiante típico de la UN, quien agitaba las masas y lideraba el movimiento estudiantil; pero quizás el más querido y uno de sus mejores logros, Heriberto de la Calle, un embolador o lustrabotas, quien atendía a figuras de la política y la farándula nacional y especialmente a los dueños del poder.

Los que lo mataron no pudieron reconocer al Jaime que todos los colombianos conocimos, ellos, los militares veían a un subversivo, al enemigo interno del que tanto predicó la Seguridad Democrática de Uribe. Los militares y paramilitares nunca entendieron la labor humanitaria que Garzón desempeño jugándose la vida como mediador para liberar secuestrados de las FARC.

Recordar la memoria de Jaime Garzón, en un país donde se sigue normalizando el asesinato de líderes y lideresas, es un mandato ineludible, pues han sido tantos que debemos escuchar a nuestros muertos, ya que en sus voces seguiremos encontrando y construyendo colectivamente el camino iluminado hacia una sociedad más justa, equitativa e igualitaria.

En estos 25 años de su ausencia, la memoria colectiva en un acto de resistencia y de lucha contra el olvido, ha creado espacios con su nombre, parques, plazas, cátedras que se niegan a dejar a Heriberto, Godofredo, al compañero Lenin y a Jaime, como parte del pasado, de la historia no contada y por el contrario se hace vigente y urgente seguir hablando con él, seguir replicando sus denuncias, seguir alzando sus banderas, seguir cultivando el periodismo crítico, el periodismo de denuncia y seguir armados de humor valiente.

En su legado dejó reflexiones tan profundas y diversas, como esa afirmación escueta donde nos invitaba a repensar sobre la doble moral de los que se indignan con las malas palabras emitidas en televisión pero no tienen ningún escozor con la miseria infantil que campea en los semáforos o debajo de los puentes dentro de las mega urbes.

Jaime fue, és y seguirá siendo un baluarte de la dignidad y la lucha social. Su memoria seguirá vigente mientras sigamos releyendo su palabra, sus denuncias y su luz interior.

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