Por: Faiver Eduardo Hoyos Pérez
Opinión
El retumbar de las tamboras, indican que ya se empieza a sentir el ambiente a sanjuanero. Las calles empiezan a vibrar con los preparativos para la versión 64 del Festival del Bambuco en San Juan y San Pedro, y no puedo evitar emocionarme al pensar en lo que estas fiestas representan para nuestra economía y alma huilense.
Después de tiempos difíciles, el San Pedro surge como esa oportunidad para reactivar los motores económicos de nuestra ciudad. Los diferentes sectores ya empiezan a ultimar detalles, los hoteleros se preparan, los restaurantes contratan personal extra, los artesanos pulen sus mejores obras. Estas festividades son un círculo virtuoso que beneficia desde el vendedor ambulante hasta el gran empresario.
Pero aquí viene mi reflexión constructiva, dado que tenemos todo para que estas fiestas sean más visibles, es momento de apostar por lo nuestro. Está bien que traigan artistas internacionales, pero también hay que poner una mirada sobre el talento huilense, ya que contamos con grupos musicales de altísima calidad, academias de danza que forman grandes bailarines y artistas que han llevado el nombre del Huila por el mundo.
En ese sentido, el San Pedro debería ser esa vitrina para fortalecer nuestro talento local, en donde los diferentes artistas puedan mostrarle al mundo sus capacidades y por fin puedan recibir un pago digno, generando una inversión que garantice que cada peso circule en nuestra economía.
En cuanto a las cabalgatas, celebro que se mantengan vivas esas tradiciones, sobre todo cuando ciudades como Bogotá, Medellín y Cali las han eliminado. No obstante, es importante el cumplimiento de las medidas anunciadas para demostrar que podemos preservar nuestras costumbres adaptándolas a los tiempos modernos. Por eso es importante contar con la presencia de decenas de profesionales velando por el bienestar animal y controles estrictos, donde demuestren que tradición y responsabilidad pueden ir de la mano.
Sin embargo, hay un aspecto que merece nuestra atención para fortalecer estas festividades y es la accesibilidad económica. Los precios actuales de los diferentes palcos, alcanzan montos elevados que equivalen a varios salarios mínimos. Es más, con lo que cuesta acceder a los mejores lugares del desfile folclórico, una familia huilense podría costear unas vacaciones completas en destinos turísticos del Caribe colombiano.
Con esta reflexión estoy lejos de buscar demeritar el evento, sino por el contrario, invitar a pensar en estrategias que permitan que las fiestas populares mantengan su esencia inclusiva y sean un verdadero patrimonio al alcance de todos los opitas y turistas. En este contexto, una posible solución sería tener palcos con precios diferenciados que permitan a todas las familias disfrutar del espectáculo, a través de alianzas público-privadas que subsidien la participación popular mientras las empresas obtienen visibilidad.
Por otro lado, se podrían crear paquetes turísticos que promuevan experiencias culturales y motiven a los visitantes a admirar nuestra cultura mediante los desfiles, que aprendan a bailar sanjuanero, que prueben nuestro asado huilense, que se lleven una artesanía hecha por manos opitas.
El San Pedro tiene todo para ser el evento cultural más importante del sur de Colombia, puesto que tenemos la tradición, el talento, la infraestructura y, sobre todo, unas ganas enormes de mostrarle al país de qué estamos hechos. Solo nos falta ajustar algunos detalles para que esta fiesta sea verdaderamente inclusiva y sostenible.
Este año, mientras suenen los primeros acordes del sanjuanero, propongo un pacto: usemos lo nuestro, compremos lo nuestro, aplaudamos lo nuestro. Les propongo que cada peso invertido en el San Pedro sea una semilla para el progreso de Neiva, porque cuando recuperamos el sentido de pertenencia, cuando valoramos nuestra identidad, no hay fuerza económica más poderosa que un pueblo unido celebrando sus raíces.
