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La ruta del Magdalena

Por: Carlos Ernesto Álvarez Ospina

El río Magdalena, arteria vital de nuestra Colombia, es mucho más que un simple cauce de agua; es un símbolo de identidad, cultura y vida. En su curso, que abraza y nutre a tantas comunidades, hemos encontrado nuestra esencia. Sin embargo, hoy, los neivanos y los huilenses nos enfrentamos a una dolorosa realidad: hemos dejado que este emblemático río pierda su estatus como símbolo de progreso y desarrollo en nuestro departamento.

En algún momento, Neiva fue reconocida como la “Capital del río Magdalena”. Pero hoy, ese título ha sido raptado por Barranquilla, que ha sabido aprovechar las riquezas que el río ofrece. Las obras turísticas, los malecones vibrantes y el flujo constante de visitantes han convertido a Barranquilla en un ejemplo de lo que se puede lograr. Mientras tanto, nosotros, los neivanos, permanecemos en la sombra, dejándonos llevar por la corriente de la inacción y la desidia.

Los políticos que ostentan la responsabilidad de ser los ordenadores del gasto parecen olvidar que el turismo es una fuente vital de ingresos para nuestro departamento. Durante las campañas, el turismo brilla como una promesa brillante, pero una vez pasadas las elecciones, se desvanece en el aire. Esta falta de compromiso es desconcertante. Necesitamos una visión a largo plazo, un enfoque que valore nuestras maravillas naturales y culturales. Un ejemplo es el municipio de Aipe ¿Por qué no hacemos de Aipe un destino atractivo para los que quieren visitar el desierto de la Tatacoa? Su cercanía al río Magdalena podría facilitar el acceso y convertirlo en un punto de encuentro para los turistas.

La construcción de un teleférico que conecte Aipe con Villavieja, un proyecto pensado en 2012 es solo una de las muchas ideas que podrían revivir nuestra conexión con el río y con el turismo. Imaginemos a los visitantes flotando sobre el paisaje, maravillándose de la belleza que nos rodea. Pero esto solo será posible si decidimos actuar.

Neiva tiene tanto que ofrecer: la ruta del achira, el avistamiento de aves a lo largo del río, la pesca deportiva. Sin embargo, el estado lamentable de nuestras orillas, cubiertas de basura, refleja una profunda falta de cuidado y respeto por nuestro ecosistema. No podemos permitir que nuestra indiferencia siga degradando lo que debería ser un orgullo para todos.

Es tiempo de unirnos y reactivar la economía de nuestro municipio. Visitemos el malecón, apoyemos a nuestros artesanos, demos vida al río Magdalena. Si logramos revivir este símbolo de nuestra identidad, no solo reactivaremos la economía departamental, sino que también recuperaremos nuestra dignidad como huilenses.

Imaginemos un futuro donde cada municipio que bordea el río tenga su propio malecón, donde recorridos fluviales sean posibles, siempre que Dios lo permita y la lluvia llene nuestro amado Magdalena. Este sueño puede hacerse realidad, pero depende de nosotros. Es hora de que volvamos a soñar con el río Magdalena, nuestra ruta hacia un futuro próspero.

Recuperemos el espíritu de la Capital del río Magdalena, porque en cada gota de agua, en cada oleada, llevamos la promesa de un renacer. ¡Hagamos que el río vuelva a resonar en nuestros corazones y en nuestras vidas!

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