Por: Luis Ernesto Salas Montealegre
Al humorista neivano Jhovanoty le preguntaron acerca de dónde vivía en Neiva, a lo que él contestó “en Reservas de la Sierra, bueno no, a la vueltica” este comentario en broma, es un fiel reflejo de las profundas desigualdades que atraviesan las ciudades colombianas. Neiva es una ciudad que alberga dos realidades opuestas que conviven a diario, evidentes en sus calles, plazas y, sobre todo, en sus barrios. Un vistazo a la vida de los residentes de Las Palmas y el condominio Reservas de la Sierra revela un contraste desgarrador: por un lado, la lucha constante por sobrevivir, y por el otro, una vida de privilegios y oportunidades.
Las Palmas: La lucha diaria por sobrevivir
En Las Palmas, un barrio donde las casas parecen sostenerse solo por la voluntad de sus habitantes, la vida es un desafío constante. Las calles de tierra levantan polvo con cada paso, y el aire se siente pesado y triste.
Las familias que viven aquí, con ingresos insuficientes, deben enfrentar la inestabilidad laboral. Muchos dependen de trabajos temporales y mal pagados, sin garantías ni protección. Los sueños de futuro a menudo quedan enterrados bajo el peso de las necesidades del presente.
Los niños de Las Palmas crecen con la sombra de la pobreza siempre presente.
Aunque asisten a escuelas públicas, estas instituciones no cuentan con los recursos adecuados para brindarles una educación que realmente transforme sus vidas. Para muchos, la deserción escolar es una realidad inevitable, pues deben dejar de lado los estudios para ayudar en casa. Este sacrificio temprano, aunque necesario, perpetúa un ciclo de pobreza que parece inquebrantable.
El acceso a la salud es otra de las tantas barreras que enfrentan. Las largas filas en los hospitales y la espera interminable por una consulta o solicitar un medicamento en Discolmedica, que es el único prestador del servicio subsidiado, se trasladó del barrio la libertad al barrio quirinal, que, para mejorar, pero el servicio sigue siendo pésimo, son parte de su día a día.
Las enfermedades no solo afectan el cuerpo, también lastiman los sueños de quienes, por falta de recursos, no logran superarlas. La inseguridad, por su parte, marca las vidas de muchos jóvenes que, ante la falta de oportunidades, encuentran refugio en pandillas y actividades delictivas.
Aquí, la violencia y la desesperanza son compañeros silenciosos que recorren las calles.
Reservas de la Sierra: Un mundo de privilegios
A tan solo unos metros de distancia, el condominio Reservas de la Sierra se erige como un mundo aparte, lleno de jardines impecables y casas lujosas. La vida aquí parece fluir sin contratiempos. Los residentes cuentan con todas las comodidades imaginables: educación privada de alta calidad, servicios de salud de primer nivel, y empleos bien remunerados. El futuro de sus hijos no está en duda; crecen rodeados de posibilidades y oportunidades que los preparan para un éxito casi asegurado.
La tranquilidad es una constante en Reservas de la Sierra. La seguridad privada, las zonas recreativas, las piscinas y los clubes sociales son parte del paisaje cotidiano. Los temores que agobian a los habitantes de Las Palmas —el desempleo, la inseguridad, la precariedad— parecen no tener cabida aquí. Las diferencias entre estas dos comunidades son tan grandes que, a pesar de estar físicamente cerca, viven en mundos completamente opuestos.
El dolor de la desigualdad
La distancia entre Las Palmas y Reservas de la Sierra no se mide en kilómetros, sino en oportunidades y calidad de vida. Mientras que unos luchan por sobrevivir, otros disfrutan de una vida de confort y estabilidad. Esta fractura social es una herida abierta en el corazón de Neiva, una ciudad que refleja las desigualdades más profundas de Colombia.
En Las Palmas, la movilidad social es casi un sueño inalcanzable, mientras que, en Reservas de la Sierra, la vida se vive sin la incertidumbre que define a sus vecinos.
Cerrar la brecha social entre barrios como Las Palmas y Reservas de la Sierra no es una tarea sencilla, pero es una necesidad urgente. Para construir una ciudad más equitativa, es crucial que se implementen políticas que ofrezcan verdaderas oportunidades de progreso para los más vulnerables. Esto implica una apuesta decidida por la educación, por la creación de empleos dignos y por garantizar el acceso a servicios básicos de calidad.