Por: Carlos Ernesto Álvarez Ospina Abogado universidad El Rosario, con especialización en Derecho Público
Opinión
Por años, se ha repetido hasta el cansancio que el turismo es una de las grandes apuestas para el desarrollo económico del Huila. Sin embargo, esa consigna parece quedarse en los discursos de campaña, en los eslóganes de temporada y en las intenciones vacías de los planes de gobierno. La realidad es otra, el turismo en el Huila sigue siendo una promesa incumplida, y el mejor ejemplo de ello es el abandono absoluto del Río Magdalena.
Es doloroso ver cómo el principal afluente del país, que nace precisamente en nuestro departamento, es ignorado sistemáticamente por las administraciones municipales y departamental. No hay Proyectos para su aprovechamiento, no hay inversión en infraestructura turística, no hay visión de futuro.
El río, en vez de ser fuente de desarrollo, es tratado como un paisaje de fondo, cuando en realidad debería ser el eje articulador del turismo huilense. Y mientras aquí seguimos de espaldas al Magdalena, en la costa colombiana sucede todo lo contrario. Allá entendieron que el río no solo es historia y cultura, sino también una mina de oportunidades.
Hoy, en Cartagena y otros municipios ribereños, existe un crucero turístico que navega por el Magdalena, atrayendo visitantes nacionales y extranjeros, dinamizando la economía local, generando empleo, promoviendo el cuidado ambiental y dándole vida a las riberas con restaurantes, cafés y emprendimientos. ¿Por qué en el Huila no podemos hacer lo mismo?
Neiva, en particular, cuenta con un malecón que bien podría ser el epicentro de una revolución turística. Pero hoy, su mantenimiento y promoción corren por cuenta de algunos privados que, con amor por su ciudad, intentan darle vida a lo que el Estado ha abandonado. No existe un solo proyecto serio que contemple la navegabilidad del río, la adecuación de muelles turísticos, actividades recreativas sostenibles o una ruta gastronómica ribereña. Solo promesas que se diluyen una vez pasan las elecciones.
Desde hace años, he propuesto la realización de eventos deportivos y culturales en el río Magdalena como una forma de dinamizar su uso y promover su cuidado. Festivales de motos acuáticas, competencias con embarcaciones de poca profundidad o incluso la reactivación de actividades tradicionales como la carrera en neumáticos sobre el río —una tradición que marcó a generaciones en Neiva— han sido ideas que he planteado con entusiasmo. Sin embargo, ninguna de estas propuestas ha sido acogida por la administración municipal, que parece no entender el potencial transformador del río como motor económico, cultural y turístico.
Es momento de cambiar el rumbo. El turismo no puede seguir siendo una palabra bonita para llenar hojas de papel. Necesitamos acción, inversión, voluntad política y, sobre todo, una visión estratégica que entienda que el desarrollo del Huila pasa por mirar hacia el río Magdalena. Porque solo cuando lo aprovechemos, lo cuidaremos. Solo cuando lo hagamos parte de nuestra economía, lo protegeremos. Y solo cuando lo pongamos en el centro de nuestras prioridades, podremos hablar, ahora sí, de un Huila.